"Unidos en Cristo para Evangelizar"
12 de Enero de 2018
El Sucesor de Pedro, Francisco
 




Queridos amigos castañoenses,

Aquí les envío una visión del Papa Francisco quien dentro de tres días estará con nosotros en su visita pastoral a Chile.

El conocerlo un poquito más hace que lo apreciemos y queramos más.

El contenido de estos pensamientos los he sacado del librito ENCUÉNTRATE CON CRISTO EN LA PERSONA DEL PAPA FRANCISCO, páginas 11 al 17.
 

a)    La figura del Papa en la Iglesia.

 Según la Tradición de la Iglesia, el llamado “Ministerio de Pedro”, conferido por el mismo Jesús al apóstol Pedro, se perpetúa en el Romano Pontífice, el Papa, transmitiéndose de generación en generación, para asegurar la sucesión apostólica. El Romano Pontífice, en cuanto sucesor de Pedro, es el vicario de Cristo en la tierra, la cabeza visible de la Iglesia, principio y fundamento para la unidad de todos los miembros de la Iglesia Católica, que se expresa en la legítima diversidad de comunidades y carismas. Al Papa, obispo de Roma, le corresponde confirmar en la fe a todos sus hermanos y hermanas, es decir, a todos los católicos y, para ello, cuenta con la promesa de la asistencia permanente del Espíritu Santo. Gracias a esta asistencia goza del don de la infalibilidad cuando, en virtud de su ministerio como Pastor y Maestro supremo de todos los fieles, o hablando ex cátedra, establece la auténtica doctrina en cuestiones de fe y costumbres (ver CIC n. 891). Las visitas apostólicas del Papa tienen por objetivo el confirmar en la fe que profesa la Iglesia Católica Universal a los miembros de la Iglesia Particular que visita, en este caso nuestra Iglesia en Chile, y promover la unidad de todos los cristianos, para que, viendo como nos amamos, el mundo crea que somos uno en Cristo Jesús (Jn 17, 21).

 

b)   “Habemus Papam”: Francisco.

 Después de que el Papa Benedicto XVI decidiera renunciar al Ministerio de Pedro a causa de su avanzada edad y de la fragilidad de su estado de salud, el entonces Arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, se convirtió, el día 19 de marzo de 2013, en el Papa número 266. El primer Papa de América Latina, el primero hispanohablante, el primer jesuita en ser Pontífice y el primero en elegir el nombre del santo de Asís, conocido como el santo de los pobres, por llevar una vida religiosa sencilla y austera, y el de San Francisco Javier, gran evangelizador de la Compañía de Jesús.

 

c)    Nació el 17 de diciembre de 1936 en la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Hijo de emigrantes piamonteses, su padre, Mario, era contador, empleado en ferrocarril, mientras que su madre, Regina Sivori, se ocupaba de la casa y de la educación de sus cinco hijos.

 Siendo muy joven, perdió parte importante de un pulmón debido a una enfermedad respiratoria, sin duda, un momento difícil en su vida. Fue entonces cuando se aferró a la fe, rezando las oraciones que su querida abuela Rosa le había enseñado.

A los 21 años, recién graduado como técnico en ingeniería química, sintió el llamado a la vida religiosa y, dejando su profesión, ingresó a la Compañía de Jesús.

Jorge Mario Bergoglio, apasionado por la música (Mozart, Beethoven, Bach, Wagner), el arte (Caravaggio y Chagall), la literatura (Dostoievski y Hölderlin), el cine y el fútbol (hincha del San Lorenzo), siempre ha sido un hombre sencillo, austero y de bajo perfil, con una concepción espiritual profunda del sentido de ser Iglesia y de vivir el Evangelio de Jesucristo en medio de los desafiantes tiempos actuales, transformándose en un pastor con «olor a oveja».

Al ser elegido Arzobispo de Buenos Aires, decidió vivir en un sencillo apartamento. Se preparaba su cena y se trasladaba en metro y en autobús como un ciudadano más. Su reconocida calidez humana, su cercanía, su disposición para atender a todos quienes necesitaran de su consejo y compañía, y su constante empeño por construir una Iglesia misionera «en salida» al encuentro de las personas, anunciando a Jesucristo con alegría y entusiasmo, lo convirtieron en un pastor muy querido por sus feligreses.

A nivel latinoamericano, se hizo conocido cuando, en el año 2007, fue elegido presidente de la comisión redactora del Documento Conclusivo de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe celebrada en Aparecida, Brasil. Mientras, en América Latina su figura se hacía cada vez más popular, Monseñor Bergoglio no perdía su característica sencillez y cercanía en el trato con las personas, y su estilo de vida humilde y austero. Con este espíritu, rechazó el nombramiento como presidente de la Conferencia Episcopal Argentina en el año 2002, pero tres años después fue nuevamente elegido y más tarde reconfirmado por otro trienio en 2008. Entre tanto, en abril de 2005, participó en el cónclave en que fue elegido el cardenal Joseph Ratzinger, Benedicto XVI.

Recién elegido Papa, salió al balcón de la Basílica de San Pedro para pedir a quienes lo ovacionaban en todo el mundo que rezaran por él, inclinando su cabeza ante la multitud presente en la plaza San Pedro. Sus gestos de humildad y austeridad han conmocionado al mundo entero desde los primeros días de su pontificado, hasta a los más escépticos.

Apareció por primera vez en el balcón vestido únicamente con la sotana blanca, renunciando a usar la tradicional capa de terciopelo rojo. Eligió una cruz y anillo de plata como símbolos de su pontificado, no de oro como era la costumbre y siguió usando sus zapatos de siempre. Renunció al uso de autos oficiales y a vivir en el Palacio Pontificio. Por todo esto y muchos gestos más es llamado el “Papa de los pobres”.

Mantuvo su lema episcopal cuando fue elegido Papa: “Miserando atque eligendo” (lo vio con misericordia y lo eligió), el que está inspirado en el texto de la vocación de Mateo (Mt 9, 9) en el que el Papa lee: “Jesús vio un publicano (Mateo) y, mirándolo con amor y eligiéndolo, le dijo: Sígueme”.

Su ministerio, traspasado por esta imagen, es signo de que toda su vida está marcada profundamente por la experiencia de la misericordia de Dios.

Esta es la razón por la que todos sus gestos y palabras como pastor transmiten fervorosamente la misericordia divina y nos exhorta constantemente a anunciarla por medio de acciones concretas en nuestra vida diaria. Así fue como, al comenzar su pontificado convocó un “Año de la Misericordia”.

El modo de ser del Papa Francisco se inspira principalmente en las notas de San Ignacio, fundador de la Compañía de Jesús. De él aprendió que, si bien no hay que tener límites para las cosas grandes, es más importante concentrarse cada día en las cosas pequeñas, haciéndolas con el corazón grande y abierto a Dios y a los otros. Se trata de dar valor a las cosas pequeñas en el marco del gran horizonte del Reino de Dios. De ahí la necesidad de discernir a diario el paso de Dios por nuestra vida para escuchar los signos de los tiempos que dan cuenta de su presencia en medio del mundo.

La imagen preferida del Papa Francisco para describir a la Iglesia es la de «santo pueblo fiel de Dios», ya que no existe identidad cristiana plena sin pertenencia al pueblo que es la Iglesia. Por eso, enseña, es de vital importancia el promover el sentido de pertenencia a la Iglesia, teniendo en cuenta la compleja trama de relaciones interpersonales que se establecen en la comunidad humana y, por lo tanto, también al interior de la comunidad eclesial.

El Papa Francisco sueña con una «Iglesia Madre y Pastora» que sea la casa de todos y que desarrolle la capacidad de «curar heridas y dar a los corazones de los fieles, cercanía y proximidad», es decir, que sea como un «hospital de campaña después de la guerra», en donde sus ministros sean ante todo ministros de la misericordia.

 Con su modo de vivir la fe, el Papa Francisco nos enseña que hay que embarcarse cada día en la aventura de dejarse buscar y encontrar por Dios. Él nos amó primero, y está en la vida de toda persona. Un apoyo fundamental en esta aventura es la oración: «La oración es para mí siempre una oración “memoriosa”, llena de memoria, de recuerdos, incluso de memoria de mi historia o de lo que el Señor ha hecho en su Iglesia o en una parroquia concreta. Y me pregunto: “¿Qué he hecho yo por Cristo?¿Qué hago por Cristo? ¿Qué debo hacer por Cristo?” El Señor me tiene en su memoria, yo puedo olvidarme de Él, pero Él jamás se olvida de mí.

 Su prioridad misionera es el Kerigma, el primer anuncio. Jesús murió por nosotros, por nuestra salvación, y Dios lo resucitó de entre los muertos, y lo constituyó Señor y Cristo (Cf. Rm 5, 8; Hch 2, 24.36).

La Iglesia, enseña, debe ser capaz de encontrar siempre nuevos caminos para salir de sí misma e ir en busca de aquellos que no conocen a Jesucristo y de quienes han abandonado la Iglesia o son indiferentes: «Tenemos que anunciar el Evangelio en todas partes, predicando la buena noticia del Reino y sanando, también con nuestra predicación, todo tipo de herida y cualquier enfermedad».

Por último, uno de los ejes fundamentales del pontificado del Papa Francisco es la búsqueda de la unidad de la Iglesia en la diversidad de carismas y líneas de pensamiento: «Tenemos que caminar unidos en las diferencias: no existe otro camino para unirnos. El camino de Jesús es ese». En la misma línea, el Santo Padre se ha preocupado de impulsar al diálogo para la unidad de los cristianos y el diálogo interreligioso, promoviendo la reconciliación y la paz.

Les deseo una linda experiencia del Papa en nuestro país y dejémonos interpelar por él por medio de sus mensajes y por todo lo que él nos diga.

Cordiales  saludos en la caridad de Cristo Misionero de su párroco,

Roberto Espejo Fuenzalida, Pbro.


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