"Unidos en Cristo para Evangelizar"
30 de Octubre de 2020
¿Estás preparado para lo que se te viene?
 


El calendario litúrgico nos invita a celebrar el 1 de noviembre la solemnidad de Todos los Santos y el 2 de noviembre la conmemoración de Todos los Fieles Difuntos.

En la primera recordamos a todos los hombres y mujeres, de distintas épocas, que han alcanzado el único objetivo que debería marcar nuestra existencia: la santidad.

En la siguiente, conmemoramos a los cristianos ya fallecidos que esperan el momento de encontrarse con Dios y pertenecen a la iglesia purgante.

El Catecismo nos recuerda que existen tres estados de la Iglesia. “Hasta que el Señor venga en su esplendor con todos sus ángeles y, destruida la muerte, tenga sometido todo, sus discípulos, unos peregrinan en la tierra; otros, ya difuntos, se purifican; mientras otros están glorificados, contemplando “claramente a Dios mismo, uno y trino, tal cual es» (LG 49) (CIC 954).

Nunca es pérdida de tiempo reflexionar sobre el destino final, que desde los filósofos griegos se traduce en tres interrogantes ¿Quién soy? ¿De dónde procedo? ¿Hacia dónde voy?

El cristiano sabe que es hijo de Dios, que su creación procede de un acto de amor previsto desde siempre por Dios y que su destino final es el cielo.

Todo cristiano es consciente que la vida no termina con la muerte corporal, sólo se transforma. Nos debe dar esperanza la enseñanza de Jesucristo cuando indicó que Dios “no es Dios de muertos sino de vivos” (Lc 20,38).

Existe un profundo contraste entre la respuesta cristiana y la que balbucea el neopaganismo, que ve la vida como un fenómeno meramente biológico, donde la muerte sólo nos deposita en el sepulcro que nos cobijará.

El cristiano, en cambio, debe pensar y asumir la muerte como el acontecimiento más relevante que nos queda pendiente. Como se trata de algo inevitable, su preparación es algo natural para cualquier persona racional y prudente. Nuestro deber es cultivar la semilla de eternidad puesta por el Creador en nuestra vida, para aspirar a participar con nuestros hermanos los santos, que con gozo celebramos y a los que nos encomendamos.

No tengamos miedo a preguntarnos: ¿A dónde me voy si me muero? ¿Estoy en estado de gracia? ¿Cuándo fue la última vez que me confesé? ¿Quiero, de verdad, llegar a ver el rostro de Dios?

Crodegango






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