"Unidos en Cristo para Evangelizar"
27 de Enero de 2022
Salud mental y vida espiritual
 


Un asunto de interés permanente es la salud mental en Chile. Los estudios publicados no son alentadores y dan cuenta de índices de deterioro al alza.

El número de personas con depresión y trastornos ansiosos se han incrementado en esta pandemia, que no concluye.

La salud mental deteriorada busca, muchas veces, compensaciones en las drogas o el alcohol, empeorando la situación.

Sin desconocer las explicaciones y la ayuda que proviene de la medicina y la psicología, también es útil reflexionar sobre el tema con algunas notas de teología y antropología cristiana. La Iglesia no es ajena a los problemas relacionados con la salud mental, que afecta a una gran parte la humanidad.

En la apertura de la Jornada Mundial del Enfermo, el año 2005, el Papa Benedicto XVI advertía sobre algunas de las causas de este mal lo siguiente: "(…) los expertos reconocen que, en los países de elevado desarrollo económico, la crisis de valores morales influye negativamente en el origen de nuevas formas de malestar mental. Eso aumenta el sentido de soledad, minando e incluso, destruyendo las tradicionales formas de cohesión social, comenzando por la institución de la familia, y marginando a los enfermos, de modo especial a los mentales, considerados a menudo como un peso para la familia y para la comunidad" (XVI Jornada Mundial del Enfermo, 8 de diciembre 2005).

También es elocuente la descripción de San Juan Pablo II, el 14 de noviembre de 2003, al señalar sobre la complejidad que tiene la depresión y cuyas causas van "desde la enfermedad profunda, más o menos duradera, hasta un estado pasajero asociado a acontecimientos difíciles —conflictos conyugales y familiares, graves problemas laborales, estados de soledad...—, que conllevan un resquebrajamiento o, incluso, la ruptura de las relaciones sociales, profesionales y familiares. A menudo, la enfermedad va unida a una crisis existencial y espiritual, que lleva a no percibir ya el sentido de la vida". "La difusión de los estados depresivos ha llegado a ser preocupante. En esos estados se revelan fragilidades humanas, psicológicas y espirituales que, al menos en parte, son inducidas por la sociedad. Es importante tomar conciencia de las repercusiones que tienen en las personas los mensajes transmitidos por los medios de comunicación social, que exaltan el consumismo, la satisfacción inmediata de los deseos y la carrera hacia un bienestar material cada vez mayor. Es necesario proponer nuevos caminos, para que cada uno pueda construir su personalidad cultivando la vida espiritual, fundamento de una existencia madura (…)". (Discurso de 14 de noviembre de 2003).

Como se puede apreciar, en la estabilidad emocional de las personas tiene relevancia la conciencia moral, que es aquella parte del hombre que, por estar dotado de inteligencia y voluntad, le permite discernir para elegir el buen camino.

En un discurso del Papa San Pablo VI, dado en una Audiencia General en 1977, recordaba que "el 'conócete a ti mismo'" de la filosofía antigua tiene su expresión más completa y más elevada en la conciencia moral, por ser un aspecto esencial y decisivo del desarrollo de la personalidad humana. Esta forma de conciencia, indicaba el Papa, nos ayuda a descubrir "principios innatos relativos a la acción humana, que van más allá de los límites de la esfera subjetiva, y se vuelven hacia el origen de la actividad consciente: tienden a la relación propia del ser humano, con el Absoluto, a la relación con Dios, es decir, la conciencia moral se mide con la relación del Bien y del Mal; conduce al hombre a su origen y a su fin, y da al espíritu el sentido, que luego será juicio, de su trascendente responsabilidad (…)". (Pablo VI, Audiencia General, 1977).

Las dificultades que turban a varios, en muchos casos son el resultado de seguir un camino moralmente equivocado, que terminan ocasionando daño al que lo elige y a su entorno. Este problema se hace todavía más grave cuando las políticas de los gobiernos son los que confunden las conciencias, alentando conductas como la legalización de la "drogas blandas", el aborto como derecho, el debilitamiento de la familia, la eutanasia, entre otras.   

Como bien lo describe San Pablo VI, "(…) la doctrina sobre la vida humana hoy está profundamente perturbada. Cuando se extingue, o se reprime, la conciencia de nuestra obligación moral en relación con una ley divina superior (es decir, inmanente y trascendente al mismo tiempo), desaparece el temor de Dios, que la Escritura define como principio de la sabiduría (Prov. 1)., 7; Sal. 110, 10; Sir. 1,16 ); y entonces se oscurece la diferencia entre el bien y el mal; la permisividad aparece como una liberación de normas severas y sabias (ahora de demasiados 'tabúes' calificados, es decir mitos supersticiosos), que dan a la conducta límites razonables y energías renacidas, y al hombre una honestidad digna de él y un carácter capaz de dar cualquier confrontación social; el criterio de vida se convierte inevitablemente en el placer, la comodidad, el egoísmo, la pasión, el instinto....". (Pablo VI, Audiencia General, 1975).

Los cristianos tenemos que estar siempre en alerta y seguir el camino que nos indica la ley moral e instar para que las reglas que regulan la vida en sociedad se ciñan a ella.

También se debe reconocer que muchas veces las enfermedades de este tipo puede ser profundas pruebas espirituales, tanto para el que padece la enfermedad como los que deben cuidar de él. Respecto de estos últimos San Juan Pablo II recomendaba: "El papel de los que cuidan de la persona deprimida, y no tienen una tarea terapéutica específica, consiste sobre todo en ayudarle a recuperar la estima de sí misma, la confianza en sus capacidades, el interés por el futuro y el deseo de vivir. Por eso, es importante tender la mano a los enfermos, ayudarles a percibir la ternura de Dios, integrarlos en una comunidad de fe y de vida donde puedan sentirse acogidos, comprendidos, sostenidos, en una palabra, dignos de amar y de ser amados. Para ellos, como para cualquier otro, contemplar a Cristo y dejarse 'mirar' por Él, es una experiencia que los abre a la esperanza y los impulsa a elegir la vida (cf. Dt 30, 19). En este itinerario espiritual pueden ser de gran ayuda la lectura y la meditación de los salmos, en los que el autor sagrado expresa en la oración sus alegrías y sus angustias. El rezo del Rosario permite encontrar en María una Madre amorosa que enseña a vivir en Cristo. La participación en la Eucaristía es fuente de paz interior, tanto por la eficacia de la Palabra y del Pan de vida como por la inserción en la comunidad eclesial. Consciente de cuánto esfuerzo cuesta a la persona deprimida lo que a los demás resulta sencillo y espontáneo, es necesario ayudarle con paciencia y delicadeza, recordando la advertencia de santa Teresa del Niño Jesús:  'Los niños dan pasitos'". (Discurso de 14 de noviembre de 2003).

Pidamos al Espíritu Santo que nos permita ser dóciles a sus inspiraciones para hacer siempre lo que Dios nos pide y así vivir en paz.

Crodegango






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