"Unidos en Cristo para Evangelizar"
17 de Diciembre de 2020
Decrecimiento demográfico y cristianismo
 


La cultura actual no favorece una visión positiva del don de la procreación

 

Durante este año, el número de nacimientos no superará los 196 mil. Chile tiene cada vez menos niños entre 0 y 14 años, y si en 1992 ellos eran el 29,7% de la población, en 2050 se espera que representen solo el 14,2% (más datos en www. INE.cl).

Para los matrimonios católicos el decrecimiento demográfico debe ser materia de reflexión acerca del don de la vida, dentro de la invitación de Jesús a ser sal y luz del mundo (Mt. 5, 13-16). En este punto estamos llamados a dar el buen combate de la fe contra la mentalidad predominante y cuyos frutos se comienzan a cosechar.

La explicación del descenso poblacional proviene de la ejecución de políticas públicas implementadas, desde hace décadas, por gobiernos de distintos signos. El antinatalismo ha sido considerado como una estrategia de desarrollo que ha fomentado métodos de anticoncepción masivos, de esterilización y de aborto (desde la ley el 2017 ya se han practicado 1524 abortos).

En el plano cultural se alienta una visión reductiva de la sexualidad humana, en la que se intenta erradicar el don de la procreación en el matrimonio.

También algunos han caído presa de un temor egoísta a los hijos, que son vistos como amenazas a proyectos personales. Colabora con lo suyo la mentalidad consumista, que ve en la procreación un hecho que puede afectar el poder adquisitivo, que en muchos casos no pasa de retardar el cambio de auto, de viajes a lugares exóticos o vacaciones en aguas templadas.

Esta baja tasa de fertilidad no es un hecho nuevo en la historia de nuestra Fe. Los primeros cristianos debieron desenvolverse en un ambiente similar. Allí también predominaba una cultura machista, que tenía a la mujer en poca estima y la considerada como un objeto. El infanticidio, el aborto y el control de natalidad fueron un obstáculo con el que debió lidiar el mensaje del Evangelio.

El instrumento que Dios utilizó para luchar con esa situación provino del matrimonio cristiano, que dignificó la unión entre el hombre y la mujer de una manera hasta ese minuto desconocida. En la Primera Carta de San Pablo a Los Corintios ya se aprecia la radicalidad del cambio cuando el Apóstol exhortaba: “3 Que el marido cumpla los deberes conyugales con su esposa; de la misma manera, la esposa con su marido. 4 La mujer no es dueña de su cuerpo, sino el marido; tampoco el marido es dueño de su cuerpo, sino la mujer. 5 No se nieguen el uno al otro, a no ser de común acuerdo y por algún tiempo, a fin de poder dedicarse con más intensidad a la oración; después vuelvan a vivir como antes, para que Satanás no se aproveche de la incontinencia de ustedes y los tiente. 6 Esto que les digo es una concesión y no una orden”.

El nuevo estilo de vida explica que el cristianismo primitivo haya crecido tanto por las conversiones de los paganos, como por fecundidad y apertura a la vida de los esposos cristianos.

Dentro de los varios efectos que este fenómeno demográfico produce, hay uno que ya se aprecia en las vocaciones sacerdotales. De mantenerse esta tendencia, en pocos años la situación puede llegar a ser angustiante.

Pidamos a la Sagrada Familia que nos ayude en este Adviento a valorar, entender y fomentar la misión de los matrimonios cristianos, con particular atención en las vocaciones sacerdotales.

Crodegango






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