"Unidos en Cristo para Evangelizar"
13 de Agosto de 2020
La Asunción de la Virgen, a celebrar en grande
 


EDITORIAL PARROQUIAL

Mañana sábado, día mariano por excelencia, celebramos la fiesta de la Asunción de María a los cielos.

La Sagrada Escritura, la Liturgia y la Teología utilizan la palabra “Asunción” para diferenciarla de la “Ascensión” del Señor. La Virgen fue “asumpta” por virtud de Dios, mientras que la humanidad de Cristo fue elevada al Cielo por la propia virtud de Cristo (Dios).

La Asunción de María consiste, formal y esencialmente, en la glorificación celeste del cuerpo. La Santísima Virgen Maria, desde que terminó el curso de su vida, está en el cielo en cuerpo y alma. Según el dogma establecido por Pío XII el 1 de noviembre de 1950:

«Pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado; que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste».

El sentido de esta fiesta invita a reflexionar con respecto del destino en el más allá. La Virgen María, por ser quien era, la Madre de Dios y llena de Gracia, goza del privilegio de haber sido elevada al Cielo. La Virgen “recibió anticipadamente la suerte de todos los justos (Pablo VI, Profesio fidei n. 15). En el caso nuestro, al momento de nuestra muerte no lograremos la resurrección. Aunque el alma de los difuntos es inmortal se debe esperar la resurrección universal de los cuerpos al final de los siglos.  Sin embargo, saber que la Virgen nos ha precedido en la llegada a nuestro destino final debe ser siempre motivo de esperanza y alegría. Por lo mismo, esta fiesta debemos celebrarla a lo grande, para agradecer la misericordia de Jesucristo, que no ha querido estar solo a la derecha del Padre, para ayudarnos a llegar al cielo. La “Asunción” nos ha regalado a la mejor abogada defensora, que es mediadora de todas las gracias que tenemos que pedir para alcanzar nuestra meta.

La fiesta que celebramos, además de promover la dignidad de la Mujer y su relevancia en la historia de la Salvación, muestra la nobleza y dignidad del cuerpo humano, que está llamado al cielo. Somos cuerpo y alma. No solo cuerpo. No solo Alma.

La grandeza de esta fiesta se advierte nítidamente en el Santo Rosario, cuando lo concluimos pidiendo:

“Te rogamos nos concedas, Señor Dios nuestro, gozar de continua salud de alma y cuerpo, y por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, vernos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutar de las alegrías eternas. Por Cristo nuestro Señor. Amén”.

Crodegango






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