"Unidos en Cristo para Evangelizar"
12 de Junio de 2025
La Santísima Trinidad
 



La Trinidad es una comunión de personas y, por lo tanto, Dios no es un solitario, sino que es comunidad de personas, imagen de la Iglesia y de la familia humana.

Muy queridas hermanas y hermanos en el Señor:

Recién hemos celebrado la Solemnidad de Pentecostés, cincuenta días después de la Pascua. El Espíritu Santo le es regalado nuevamente a la Iglesia con sus siete dones y carismas. Es una renovación del amor de Dios en nuestros corazones para poder seguir siendo testigos en el mundo del Evangelio de Jesús y anunciar con obras y palabras la gran hazaña del Evangelio a todos los confines de la tierra.

Este domingo celebraremos la fiesta de la Santísima Trinidad, que celebra el Misterio de la Unidad de Dios en tres personas distintas pero de igual dignidad.

En el siglo IX, Alcuino, capellán de Carlomagno, compuso un formulario de Misa de la Santísima Trinidad que tuvo mucha difusión en la Liturgia Franca hasta el siglo XIII.

Los Papas de Roma resistieron la introducción de tal fiesta litúrgica, que solo en el año 1334 el Papa Juan XXII extendió obligatoriamente a todo Occidente en el lugar que todavía hoy ocupa: el domingo después de Pentecostés. Las oraciones y el prefacio de la Misa presentan la teología del Misterio Trinitario. Ofrecen también una contemplación de la vida íntima trinitaria y la relación de comunión que existe entre las tres divinas personas y su misión hacia el mundo.

La Trinidad es una comunión de personas y, por lo tanto, Dios no es un solitario, sino que es comunidad de personas, imagen de la Iglesia y de la familia humana.

La fuente y la meta de la historia humana es la comunión de las tres divinas personas, que es el icono de la Iglesia comunión y familia.

Si bien es un misterio, aunque no totalmente incompensible, porque Dios se va revelando de a poco, Dios es sorpresa como cuando nos sale con algo nuevo siempre en las encrucijadas de nuestra vida y en los cruces de los caminos; la manera más fácil de comprender este misterio es a través de las tres dimensiones de la vida que existen en todo ser humano, más allá de su fe.

Estas son las siguientes:

La dimensión vertical, es decir, la relación hacia otros, lo que está sobre mí, la autoridad, que implica ser hijos. De ella se desprenden valores como la obediencia, la docilidad, la dependencia y el orden. El ser hijo se opone al ser rebelde.

La dimensión horizontal, es decir, la ligazón hacia afuera, lo que está en torno mío, el prójimo, que implica el ser hermanos. De ella se desprenden valores como la fraternidad y la igualdad. El ser hermano se opone al ser egoísta e individualista.

Finalmente, la dimensión profunda, es decir, la relación con nuestro interior, lo que está dentro de mí, la interioridad, que implica el ser profundos. De ella se desprenden valores como el silencio interior, la reflexión, la contemplación, la admiración y las raíces. El ser profundos se opone a la superficialidad y a la agitación externa.

Las tres dimensiones se desarrollan a la vez y conviven en nosotros. No compiten, sino que se van completando armónicamente en la vida.

Son, en definitiva, las tres divinas personas que habitan en nosotros y permiten que vivamos estas tres dimensiones en nuestra vida.

Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.

Es una luz y tres resplandores, una llama y tres ardores, una hermosura y tres los hermosos.

Dios los bendiga a todos.

P. Juan Debesa Castro
Párroco


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