"Unidos en Cristo para Evangelizar"
17 de Agosto de 2022
La familia, el santuario de la vida
 


Como suele ocurrir cada cierto tiempo, algunos medios de comunicación anuncian cambios en materia doctrinal que generan confusión.

Durante estas semanas ha surgido información errónea en torno a los criterios morales sobre la anticoncepción. El origen del tema se debe a la publicación de un libro por la editorial del Vaticano (LEV), en la que recogen las ponencias de un seminario celebrado a fines de 2021. Como en ellas se contenían algunas opiniones que pueden estimarse como divergentes a la doctrina, algunos se adelantaron a ver un cambio de criterio acerca de los usos de anticonceptivos, sin advertir que no pasan de ser visiones personales de algunos autores de la publicación.

En su viaje de regreso desde Canadá a fines de julio, el Papa Francisco fue consultado sobre el tema y la respuesta fue que clara: no hay un cambio de doctrina, señalando que, «el dogma, la moral, siempre está en un camino de desarrollo, pero siempre se desarrolla en la misma dirección».

Para evitar equívocos conviene recordar que los criterios sobre este asunto constan en varios documentos que el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia sintetiza nítidamente. Recordemos algunos:

230 El amor conyugal está por su naturaleza abierto a la acogida de la vida.512 En la tarea procreadora se revela de forma eminente la dignidad del ser humano, llamado a hacerse intérprete de la bondad y de la fecundidad que proviene de Dios: «La paternidad y la maternidad humanas, aún siendo biológicamente parecidas a las de otros seres de la naturaleza, tienen en sí mismas, de manera esencial y exclusiva, una “semejanza” con Dios, sobre la que se funda la familia, entendida como comunidad de vida humana, como comunidad de personas unidas en el amor (communio personarum513(….).

231 La familia fundada en el matrimonio es verdaderamente el santuario de la vida, «el ámbito donde la vida, don de Dios, puede ser acogida y protegida de manera adecuada contra los múltiples ataques a los que está expuesta, y puede desarrollarse según las exigencias de un auténtico crecimiento humano».515 La función de la familia es determinante e insustituible en la promoción y construcción de la cultura de la vida,516 contra la difusión de una «“anticivilización” destructora, como demuestran hoy tantas tendencias y situaciones de hecho».517

Las familias cristianas tienen, en virtud del sacramento recibido, la peculiar misión de ser testigos y anunciadoras del Evangelio de la vida. Es un compromiso que adquiere, en la sociedad, el valor de verdadera y valiente profecía. Por este motivo, «servir el Evangelio de la vida supone que las familias, participando especialmente en asociaciones familiares, trabajan para que las leyes e instituciones del Estado no violen de ningún modo el derecho a la vida, desde la concepción hasta la muerte natural, sino que la defiendan y promuevan».518

De manera particular, sobre la anticoncepción la doctrina se sintetiza en los siguientes puntos:

233 En cuanto a los «medios» para la procreación responsable, se han de rechazar como moralmente ilícitos tanto la esterilización como el aborto.521 Este último, en particular, es un delito abominable y constituye siempre un desorden moral particularmente grave; 522 lejos de ser un derecho, es más bien un triste fenómeno que contribuye gravemente a la difusión de una mentalidad contra la vida, amenazando peligrosamente la convivencia social justa y democrática.523

Se ha de rechazar también el recurso a los medios contraceptivos en sus diversas formas.524 Este rechazo deriva de una concepción correcta e íntegra de la persona y de la sexualidad humana,525 y tiene el valor de una instancia moral en defensa del verdadero desarrollo de los pueblos.526 Las mismas razones de orden antropológico, justifican, en cambio, como lícito el recurso a la abstinencia en los períodos de fertilidad femenina.527 Rechazar la contracepción y recurrir a los métodos naturales de regulación de la natalidad comporta la decisión de vivir las relaciones interpersonales entre los cónyuges con recíproco respeto y total acogida; de ahí derivarán también consecuencias positivas para la realización de un orden social más humano.

234 El juicio acerca del intervalo entre los nacimientos y el número de los hijos corresponde solamente a los esposos. Este es uno de sus derechos inalienables, que ejercen ante Dios, considerando los deberes para consigo mismos, con los hijos ya nacidos, la familia y la sociedad.528 La intervención del poder público, en el ámbito de su competencia, para la difusión de una información apropiada y la adopción de oportunas medidas demográficas, debe cumplirse respetando las personas y la libertad de las parejas: no puede jamás sustituir sus decisiones; 529 tanto menos lo pueden hacer las diversas organizaciones que trabajan en este campo.

Son moralmente condenables, como atentados a la dignidad de la persona y de la familia, los programas de ayuda económica destinados a financiar campañas de esterilización y anticoncepción o subordinados a la aceptación de dichas campañas. La solución de las cuestiones relacionadas con el crecimiento demográfico se debe buscar, más bien, respetando contemporáneamente la moral sexual y la social, promoviendo una mayor justicia y una auténtica solidaridad para dar en todas partes dignidad a la vida, comenzando por las condiciones económicas, sociales y culturales.

En esta materia, la singularidad de la doctrina católica se explica por la naturaleza del matrimonio cristiano y de su dignidad. Como ya lo destacaba Pío XI en la Encíclica sobre el matrimonio cristiano: “Casti Connubii”, de 31 de diciembre de 1931: “(…) el matrimonio no fue instituido ni restaurado por obra de los hombres, sino por obra divina; que no fue protegido, confirmado ni elevado con leyes humanas, sino con leyes del mismo Dios, autor de la naturaleza, y de Cristo Señor, Redentor de la misma, y que, por lo tanto, sus leyes no pueden estar sujetas al arbitrio de ningún hombre, ni siquiera al acuerdo contrario de los mismos cónyuges. Esta es la doctrina de la Sagrada Escritura, ésta la constante tradición de la Iglesia universal, ésta la definición solemne del santo Concilio de Trento, el cual, con las mismas palabras del texto sagrado, expone y confirma que el perpetuo e indisoluble vínculo del matrimonio, su unidad y su estabilidad tienen por autor a Dios”.

Pidamos a Santa María, que interceda por nosotros para tener la humildad que nos permita obedecer con la alegría propia de los cristianos.

 

Crodegango






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