"Unidos en Cristo para Evangelizar"
28 de Junio de 2022
El derecho a la vida en las sociedades plurales
 


Revuelo mundial ha causado la sentencia de la Corte Suprema Norteamericana, de 24 de junio de 2022, que cambió el criterio judicial sentado en el caso Roe vs. Wade, de 1973, que había reconocido la legalidad del derecho a abortar.

Esta vez seis de los nueve jueces declararon que la Constitución Norteamericana no otorga el derecho al aborto, y que cada uno de los 50 estados que conforman ese país federal deben decidir el tema en sus parlamentos.

Al conocer el fallo el presidente de U.S.A., Joe Biden, declaró que era “un día triste”, animando a votar en las próximas elecciones de noviembre por políticos que apoyen el aborto.

En el plano de los liderazgos mundiales, la Alta Comisionada para los Derechos Humanos, doña Michelle Bachelet, declaró que la decisión “supone un gran paso atrás después de cinco décadas de protección de la salud sexual y reproductiva”. La misma autoridad agregó que, “el acceso a un aborto seguro, legal y efectivo está firmemente enraizado en la ley internacional de derechos humanos, y es crucial para la autonomía de mujeres y niñas, para poder tomar decisiones sobre sus propios cuerpos libres de discriminación, violencia y coerción”.

En términos cuantitativos, la decisión adoptada en 1973, y que ahora comienza revertirse, deja la secuela de 60 millones de niños que no pudieron nacer. La cifra supera el horror de la Guerra de Secesión (1861-1865), que ha sido la más sangrienta y devastadora de US.A., con un saldo de 750.000 muertos. Y deja pálida a la guerra de Vietnam, donde murieron 60.000 soldados americanos.

¿Qué lecciones podemos sacar de este caso?

Primera. Reconocer la fortaleza de miles de norteamericanos que, durante casi 50 años, nunca aceptaron que el aborto fuese algo justo. Organizados de diversas formas dieron existencia a un movimiento “pro vida”, en el que cada uno aportaba lo suyo: apoyo a embarazadas, planes educativos, instancias judiciales para revertir el fallo de 1973, etc. Un rol relevante en esta lucha ha tenido la Iglesia Católica, que nunca cesó de promover la cultura de la vida en todos los ámbitos donde puede influir con su mensaje, sin dejar de utilizar su arma secreta más poderosa e imbatible: la oración de los fieles.

El reconocimiento a estos luchadores fue incluido en la declaración emitida por la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB), de 24 de junio de 2022, al señalar que este logro “(…) es el fruto de las oraciones, los sacrificios y la defensa de innumerables estadounidenses comunes de todos los ámbitos de la vida. Durante estos largos años, millones de nuestros conciudadanos han trabajado juntos pacíficamente para educar y persuadir a sus vecinos sobre la injusticia del aborto, para ofrecer atención y asesoramiento a las mujeres y para trabajar por alternativas al aborto, incluida la adopción, el cuidado de crianza temporal y la atención pública. Políticas que verdaderamente apoyen a las familias. Compartimos hoy su alegría y les estamos agradecidos. Su trabajo por la causa de la vida refleja todo lo que es bueno en nuestra democracia, y el movimiento pro-vida merece ser contado entre los grandes movimientos por el cambio social y los derechos civiles en la historia de nuestra nación”.

Segunda. Que nunca es indiferente quien ocupa los cargos públicos en un país, ya sea que ejerzan como jueces, legisladores, presidentes o altos comisionados. La decisión que permitió el aborto en 1973 fue adoptada por los siete de los nueve ministros de la Corte Suprema, sosteniendo que el “derecho a la intimidad” protegía a una mujer embarazada a elegir si quiere o no abortar. Sin enjuiciar a las personas validaron este genocidio de años, la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos valora el cambio de doctrina judicial señalando que, “nuestro primer pensamiento está con los pequeños cuyas vidas han sido arrebatadas desde 1973. Lamentamos su pérdida y encomendamos sus almas a Dios, que los amó desde antes de todos los tiempos y los amará por toda la eternidad. Nuestros corazones también están con cada mujer y hombre que ha sufrido gravemente por el aborto; rezamos por su curación y prometemos nuestra compasión y apoyo continuos. Como Iglesia, debemos servir a quienes enfrentan embarazos difíciles y rodearlos de amor”.

Tercera. La Corte Suprema de U.S.A. no solucionó el problema de fondo. Simplemente, lo trasladó a la arena política (y eso no es poco). Como ya advirtió el Presidente de U.S.A., el asunto deberá ser zanjado en las próximas elecciones, que tendrá como bandera de lucha la posición que cada ciudadano tenga sobre el derecho a la vida.

En este punto nos encontramos prácticamente en el mismo escenario que los norteamericanos. En pocas semanas más tendremos que votar la propuesta de la Convención Constituyente que busca introducir el derecho al aborto sin límite. La norma sometida a escrutinio popular señala: “Toda persona es titular de derechos sexuales y reproductivos. Estos comprenden, entre otros, el derecho a decidir de forma libre, autónoma e informada sobre el propio cuerpo, sobre el ejercicio de la sexualidad, la reproducción, el placer y la anticoncepción. El Estado garantiza su ejercicio sin discriminación, con enfoque de género, inclusión y pertinencia cultural; así como el acceso a la información, educación, salud, y a los servicios y prestaciones requeridos para ello, asegurando a todas las mujeres y personas con capacidad de gestar las condiciones para un embarazo, una interrupción voluntaria del embarazo, un parto y una maternidad voluntarios y protegidos. Asimismo, garantiza su ejercicio libre de violencias y de interferencias por parte de terceros, ya sean individuos o instituciones”.

Cuarta. Debe remover nuestra conciencia que altos personeros políticos conciban el aborto como un Derecho Humano. En efecto, para la ética política de un cristiano bien formado es perentorio defender siempre la dignidad de la persona humana. De allí derivan los derechos fundamentales del hombre y los deberes que tenemos respecto de todas las criaturas, en especial, la vida de los indefensos. Solo la militancia en alguna de las múltiples manifestaciones que exhibe el paganismo moderno explica que influyentes políticos puedan sostener, con todo desparpajo, que el aborto es un tema de Derechos Humanos. ¡Es justo todo lo contrario!

Quinto. El debate que ha generado este fallo revela que el derecho a la vida siempre se debilita cuando ocupan altos cargos políticos que justifican que miembros de la familia humana tienen derecho a atentar contra la vida de otros miembros de la familia humana. El nivel de deshumanización a que puede llevar esto es lo explica los 60 millones de vidas truncadas durante casi cinco décadas en U.S.A. Ahora, como no debemos mirar la paja en el ojo ajeno, conviene llamar la atención lo que están indicando las Estadísticas del Ministerio de Salud de Chile (https://informesdeis.minsal.cl). Desde el año 2018 al 31 de marzo de 2022 se han practicado en Chile 2.634 abortos por las siguientes causales:

  • Riesgo vital de la madre: 813
  • Inviabilidad del feto: 1.305
  • Violación: 516

Lo ocurrido en U.S.A, y lo que debemos votar pronto como propuesta Constitucional en Chile, obliga a recordar las palabras de Santa Teresa de Calcuta, cuando le dijo a la clase dirigente estadounidense en 1994: “Si aceptamos que una madre pueda matar a su propio hijo, ¿cómo podremos decir a otros que no se maten? ¿Cómo persuadir a una mujer de que no se practique un aborto? Como siempre, hay que hacerlo con amor y recordar que amar significa dar hasta que duela”.

Pidamos a Santa Teresa de Calcuta que interceda para que siempre seamos muchos los que con fortaleza rechacemos la violencia que significa matar a un niño indefenso.

Crodegango






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