"Unidos en Cristo para Evangelizar"
13 de Octubre de 2022
La ausencia de jóvenes en la Iglesia y el marketing espiritual
 


Se ha comenzado a conocer los documentos preparatorios del Sínodo convocado por el Papa Francisco para el 2023.

Una lectura de ese material revela que, entre otros asuntos, en todas las diócesis chilenas existe una preocupación por la ausencia de los jóvenes en la iglesia.

Como suele ocurrir, frente a cada problema se pueden proponer distintas formas de solución.

En el caso de la Iglesia Católica, por su naturaleza sobrenatural, la llamada a los jóvenes no se puede abordar con las técnicas del marketing. Sería inconducente pensar que el tema se debe resolver como si se tratara de la captación de clientes a los que se intenta seducir mediante la oferta de un año gratis de internet o la liberación del uno por ciento por los primeros cinco años. También sería absurdo ofrecer a cada joven que haga un pack para que indique qué mandamientos buenamente puede intentar cumplir y para los otros gestionar una dispensa eclesiástica. Menos razonable sería convidar al público a través de un acomodamiento a las reglas morales, para que sean adaptadas a las “nuevas realidades de los jóvenes”, y de este modo, validar como correcto lo que siempre se ha estimado como pecado.

Tan absurdo como lo anterior sería ofrecer a los jóvenes que están obsesionados con ganar dinero brindar la posibilidad de un plan espiritual donde la avaricia no les será exigible por diez años, hasta que consoliden su patrimonio. Mientras tanto, quedan exentos de confesarse de evasión tributaria o de burlar los derechos laborales de los trabajadores. Durante todo este periodo, además, este plan les garantiza que la doctrina social no les vincula de ninguna forma, para que se sientan atraídos nuevamente por el mensaje de la Iglesia Católica.

Es de toda justicia recordar que la Iglesia Católica no fue fundada por Cristo para hacer un llamado vocacional mediante técnicas de ventas, incluido el cyberday. El camino para atraer a los jóvenes (y a cualquiera) sigue siendo que descubran a Jesucristo. 

Ayuda a entender a qué tenemos que llamar a los jóvenes en la Iglesia Católica, lo expuesto por el Papa Benedicto XVI, en su encíclica Deus Caritas Est (de 2005). Allí se lee: “Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”. En el mismo documento se puntualiza que, “la naturaleza íntima de la Iglesia se expresa en una triple tarea: anuncio de la Palabra de Dios (kerygma-martyria), celebración de los Sacramentos (leiturgia) y servicio de la caridad (diakonia). Son tareas que se implican mutuamente y no pueden separarse una de otra. Para la Iglesia, la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que también se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia”.

Las ofertas eclesiásticas que algunos -de buena fe- podrían estar concibiendo tampoco se condicen con la vida y el ejemplo de otros jóvenes que, sin pedir rebajas ni descuentos, se han apuntado al exigente camino de felicidad que garantiza el cristianismo. Recordemos dos ejemplos.

Santa Águeda, virgen y mártir el año 251 en Catania (Italia). Estaba consagrada a Cristo en la virginidad. Su infortunio humano se debió a la obsesión del procónsul Quintianus, gobernador de la isla, que intentó conquistarla, sin éxito. Ante el rechazo de la joven, el gobernante, abusando del poder, la hizo conducir a una casa de mala vida, recluyéndola por un mes, pero sin lograr que quebrantara el juramento de virginidad y pureza que le había hecho a Dios. Cuenta la tradición que por más que lo intentaron no pudieron violentarla, ya que Águeda se defendió con uñas y dientes. Consumido en su obsesión, el cruel gobernante mandó a que la sometieran al tormento de los azotes, ordenando que quemaran los pechos y se los cortasen después con unas tenazas. La impactante historia de esta joven da cuenta de la radicalidad y novedad del mensaje del cristianismo, demostrando la grandeza del papel que la mujer ha tenido en la difusión del cristianismo. Para los primeros cristianos no fue extraño que una joven pudiera escoger permanecer virgen. Una opción así en el mundo antiguo era algo extraño (al igual que hoy), atendido que libertinaje sexual era algo normal (como hoy), y los gustos disolutos formaban parte de lo ordinario en la conducta de muchos (como hoy). 

San Francisco de Asís (1191-1226). Comenzó su proceso de conversión espiritual que lo llevó a abandonar el estilo de vida mundano, para cumplir lo que Cristo le pedía, que era “reparar la Iglesia en Ruinas”. Al escuchar un pasaje del Evangelio de San Mateo se sitió llamado a vivir la pobreza y dedicarse a la predicación. Entre otros aspectos que siguen siendo atractivo hasta hoy está su conciencia ecológica. Su forma de vincularse con la naturaleza es un ejemplo a imitar hoy, especialmente para rectificar el error que tiene capturado a muchos jóvenes que han caído víctimas del panteísmo, en virtud del cual cultivan la errónea creencia que la naturaleza es un objeto de adoración y culto. Si siguieran al Santo de Asís lograrían desarrollar una conciencia ecológica ordenada y equilibrada, puesto que la naturaleza es efectivamente nuestra hermana, porque fue hecha por el Creador. La naturaleza no es la fuente de la creación; la naturaleza nos ha sido dada por el creador.

Pidamos a Santa María, que nos ayude a mostrar a los jóvenes a su hijo, Jesucristo, para que puedan alcanzar la auténtica felicidad.

Crodegango.





 






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