Ahora comienza un nuevo ciclo político sobre el que conviene reflexionar, para asumir nuestra responsabilidad como cristianos.

Sigue pendiente la definición del modelo de sociedad que se debe plasmar en una nueva Constitución. Hoy lo único claro es que la propuesta rechazada en las urnas no reflejaba las aspiraciones de la mayoría. No sabemos ni sabremos nunca las razones que individualmente fueron determinantes para llegar a ese resultado.

Como el problema de fondo todavía no ha sido resuelto, seguiremos en “modo constituyente” por otro período cuyo alcance y duración debe comenzar a discutir la clase política en estos días.

Los cristianos como ciudadanos que vivimos en medio del mundo debemos estar atentos y dispuestos a participar activamente de este proceso, para defender los valores que la Doctrina Social de la Iglesia nos reclama deben ser reconocidos en la nueva carta magna.

Tenemos que estar atentos al mecanismo de elección de las personas llamadas a redactar una Constitución. Para esta nueva etapa es seguro que los perdedores en el plebiscito no renunciarán a sus propuestas ideologías e intentarán alcanzar las mayorías que les permita insistir en sus propuestas de solución a los problemas del país.

Un mínimo de coherencia indica que no podemos apoyar ni favorecer la elección de convencionales que suscriban las ideologías que predominaron en la convención anterior, atendido que son ideas que fracasaron y no es razonable tropezar dos veces con la misma piedra.

La mayoría que dio el triunfo al rechazo permite colegir que no gozan de aceptación en nuestra sociedad los siguientes planteamientos ideológicos:

-El marxismo o neo marxismo, atendido que suscriben una visión materialista y atea, que fomenta la lucha de clases. Su vocación por el poder total y la instauración de un modelo político de partido único, que no es compatible con el valor de la libertad humana que defendemos los cristianos.

-La ideología de género, que propugna una visión antropológica que niega que Dios creo al hombre y la mujer, para alentar formas de organización de la familia y de la sexualidad denigrantes y que amenazan la inocencia de nuestros niños y adolescentes.

-Las ideologías racistas que, bajo el pretexto de querer reivindicar los derechos de los pueblos originarios, olvidan que todos pertenecemos a la familia humana y que hemos sido creados iguales en dignidad y derechos. En lo político esta forma de racismo propone una fragmentación de Chile bajo el confuso y acomodaticio concepto del pluri nacionalismo.

-Las ideologías panteístas, que enarbolando la defensa de la naturaleza pretende convertirla en un objeto de idolatría que termina por someter al hombre a una esclavitud.

-Las ideologías secularistas que buscan instalar el “Estado Laico” para atacar o negar la libertad religiosa a través de variados instrumentos.

Hay mucho en juego todavía y como cristianos estamos llamados a asumir nuestra tarea con sentido de responsabilidad.

Pongámonos bajo el amparo de la Virgen del Carmen, Patrona de Chile, para que nos proteja en esta nueva etapa que comienza.

Crodegango