La base de esto se encuentra en el Evangelio San Mateo cuando recuerda las palabras del Señor: «Y yo te digo: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”» (Mt 16, 18-19).

Los veinte siglos de historia del papado muestran que la navegación en la barca de Pedro no siempre ha sido fácil. Hoy tampoco lo es. Nunca han dejado de existir movimientos, los que en algunas épocas han sido en mares muy agitados. Por lo mismo, tenemos que tener confianza que la piedra en que fue fundada la Iglesia por Cristo, Pedro, sigue siendo la roca firme que se empeña por cumplir el encargo del Señor de apacentar a las ovejas.

El Papa Francisco, al iniciar esta Cuaresma, nos exhortaba estar unidos y ser dóciles al Espíritu Santo, señalando que “(…) toda opción, todo uso, toda estructura, toda tradición debe ser evaluada en la medida en que favorezca el anuncio de Cristo. Cuando se encuentran decisiones en la Iglesia, por ejemplo, divisiones ideológicas: “Yo soy conservador porque… yo soy progresista porque…”. ¿Pero dónde está el Espíritu Santo? Estad atentos que el Evangelio no es una idea, el Evangelio no es una ideología: el Evangelio es un anuncio que toca el corazón y te cambia el corazón, pero si tú te refugias en una idea, en una ideología ya sea de derechas, ya sea de izquierdas, o de centro, tú estás haciendo del Evangelio un partido político, una ideología, un club de gente. El Evangelio siempre te da esta libertad del Espíritu que actúa en ti y te lleva adelante. Y qué necesario es hoy tomar de la mano la libertad del Evangelio y dejarse llevar adelante por el Espíritu” (Audiencia general, 22 de febrero de 2023).

En un documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre “El primado del sucesor en el Misterio de la Iglesia”, se explica el ámbito de la actuación del Papa, al señalar:

“El Romano Pontífice, como todos los fieles, está subordinado a la Palabra de Dios, a la fe católica, y es garante de la obediencia de la Iglesia y, en este sentido, servus servorum. No decide según su arbitrio, sino que es portavoz de la voluntad del Señor, que habla al hombre en la Escritura vivida e interpretada por la Tradición; en otras palabras, la episkopé del Primado tiene los límites que proceden de la ley divina y de la inviolable constitución divina de la Iglesia contenida en la Revelación. El Sucesor de Pedro es la roca que, contra la arbitrariedad y el conformismo, garantiza una rigurosa fidelidad a la Palabra de Dios: de ahí se sigue también el carácter martirológico de su Primado que implica el testimonio personal de la obediencia de la cruz”.

Pidamos al Espíritu Santo ser siempre fieles hijos de Dios, unidos al Papa, anunciando el Evangelio.

Crodegango