"Unidos en Cristo para Evangelizar"
13 de Marzo de 2023
Anticoncepción y cristianismo
 


Con ocasión de la conmemoración del día internacional de la mujer, se anunció como política pública medidas para asegurar “una anticoncepción a bajo costo”. Para tal efecto, el Ministerio de Salud incorporará un listado de 27 anticonceptivos para que las farmacias lo vendan a menor valor, y de ese modo disminuir “el gasto de bolsillo en medicamentos de las personas”.

Este anuncio da cuenta de un hecho muy arraigado en la sociedad contemporánea, relativo al uso masivo de la anticoncepción. Este comportamiento fue promovido por la “Revolución sexual” surgida en la década de los 60, y ha significado un cambio radical en el mundo occidental, donde se favorece y alienta con desparpajo la separación que tiene la sexualidad y la procreación


A diferencia de la “Revolución sexual”, el cristianismo enseña que el acto sexual es una manifestación sublime que tienen los cónyuges para participar en el plan divino para traer hijos al mundo para que sean educados de cara a Dios. Los esposos conscientes de la dignidad de esta misión saben que en cada acto conyugal está siempre presente la posibilidad de traer una vida, porque Dios así lo ha previsto en nuestra naturaleza. 


La anticoncepción en el matrimonio es un acto inmoral porque corrompe los fines de esta institución, que descansa en la inseparabilidad de la unión amorosa y la procreación en el acto conyugal.


El magisterio de la Iglesia Católica es inequívoco en este tema. Recordemos algunos de ellos, de los varios pronunciamientos que existen. El Papa Pío XI (1922-1939) habló explícitamente contra la anticoncepción por primera vez en la Encíclica sobre el matrimonio cristiano: “Casti Connubii”, de 31 de diciembre de 1931. Allí se indica que, “(…) por obra, pues, del matrimonio, se juntan y se funden las almas aun antes y más estrechamente que los cuerpos, y esto no con un afecto pasajero de los sentidos o del espíritu, sino con una determinación firme y deliberada de las voluntades; y de esta unión de las almas surge, porque así Dios lo ha establecido, un vínculo sagrado e inviolable. 4. Tal es y tan singular la naturaleza propia de este contrato, que en virtud de ella se distingue totalmente, así de los ayuntamientos propios de las bestias, que, privadas de razón y voluntad libre, se gobiernan únicamente por el instinto ciego de su naturaleza, como de aquellas uniones libres de los hombres que carecen de todo vínculo verdadero y honesto de la voluntad, y están destituidas de todo derecho para la vida doméstica”. Sobre el tema que aquí se aborda, la Encíclica señala, “ningún motivo, sin embargo, aun cuando sea gravísimo, puede hacer que lo que va intrínsecamente contra la naturaleza sea honesto y conforme a la misma naturaleza; y estando destinado el acto conyugal, por su misma naturaleza, a la generación de los hijos, los que en el ejercicio del mismo lo destituyen adrede de su naturaleza y virtud, obran contra la naturaleza y cometen una acción torpe e intrínsecamente deshonesta”.


También es obligatoria la referencias a la Humanae Vitae, Encíclica publicada por el Papa San Pablo VI el 25 de julio de 1968. Este documento del magisterio ordinario de la Iglesia, de manera clara y profética anticipaba sobre las “graves consecuencias de los métodos de regulación artificial de la natalidad”, señalando, entre otros problemas, que, “(…) podría también temerse que el hombre, habituándose al uso de las prácticas anticonceptivas, acabase por perder el respeto a la mujer y, sin preocuparse más de su equilibrio físico y psicológico, llegase a considerarla como simple instrumento de goce egoísta y no como a compañera, respetada y amada”. “Reflexiónese también sobre el arma peligrosa que de este modo se llegaría a poner en las manos de autoridades públicas despreocupadas de las exigencias morales. ¿Quién podría reprochar a un gobierno el aplicar a la solución de los problemas de la colectividad lo que hubiera sido reconocido lícito a los cónyuges para la solución de un problema familiar? ¿Quién impediría a los gobernantes favorecer y hasta imponer a sus pueblos, si lo consideraran necesario, el método anticonceptivo que ellos juzgaren más eficaz? En tal modo los hombres, queriendo evitar las dificultades individuales, familiares o sociales que se encuentran en el cumplimiento de la ley divina, llegarían a dejar a merced de la intervención de las autoridades públicas el sector más personal y más reservado de la intimidad conyugal”. “Por tanto, si no se quiere exponer al arbitrio de los hombres la misión de engendrar la vida, se deben reconocer necesariamente unos límites infranqueables a la posibilidad de dominio del hombre sobre su propio cuerpo y sus funciones; límites que a ningún hombre, privado o revestido de autoridad, es lícito quebrantar. Y tales límites no pueden ser determinados sino por el respeto debido a la integridad del organismo humano y de sus funciones, según los principios antes recordados y según la recta inteligencia del "principio de totalidad" ilustrado por nuestro predecesor Pío XII”.


Tan grave como corromper los fines del matrimonio a través de la anticoncepción es facilitar su utilización a los jóvenes, atendido que los conduce por el camino del desenfreno y libertinaje sexual. Promover una banalización del acto sexual empobrece la vida de nuestra juventud y la aleja de los grandes ideales a que están llamados como hijos de Dios. Así, en vez de ser defensores de la vida a ultranza, terminan abogando por el aborto libre. Esta visión del sexo como un producto de consumo masivo es lo que explica, en muchos casos, que los jóvenes estén interdictos para vivir la radicalidad que reclama el verdadero amor. 


Pidamos a la Sagrada Familia que nos ayude en esta Cuaresma a valorar, entender y fomentar la misión de los matrimonios cristianos. 


Crodegango

 






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