"Unidos en Cristo para Evangelizar"
24 de Abril de 2023
Una nueva Encuesta Bicentenario y sus desafíos
 


Se acaba de dar a conocer la última versión de la Encuesta Bicentenario de la Pontificia Universidad Católica de Chile (2022).

En ese estudio se informa que ha disminuido la cantidad de personas que se declaran católicas y ha aumentado el número de las que aseguran no profesar ninguna religión o ser ateos. Según este estudio, el 42% de los consultados se declara católico y el 37% dice no tener religión o ser ateo. La creencia en Dios también ha disminuido: si en el año 2007 el 93% de los encuestados se declaraba creyente, esa cifra hoy es del 70%.
La misma encuesta revela que se redujo la confianza en la Iglesia Católica: sólo un 19% de los católicos de la muestra asegura confiar en su Iglesia.

 

Los datos indicados claramente imponen un desafío enorme, a todos. 


El primero, hacer todo lo que esté a nuestro alcance para que muchos recuperen la confianza en la Iglesia Católica. Podría ayudar, en este punto, tomar como camino de acción la famosa frase del sacerdote irlandés P. Patrick Peyton, “la familia que reza unida permanece unida”. Frente a la adversidad, oración.

 

También cabe recordar las enseñanzas de San Cipriano, Obispo de Cartago, cuyo aporte teológico sobre la unidad de La Iglesia es pertinente recordar. En uno de sus escritos más conocidos, titulado precisamente como “La Unidad de la Iglesia”, expuso una sentencia que a los que sienten desafección y desconfianza les podría ayudar: “No puede ya tener a Dios por padre quien no tiene a la iglesia por madre” (N. 6).

 

Nadie niega que estamos en una profunda crisis, en parte debida al mal comportamiento de algunos sacerdotes que han ocasionado escándalo. Sin embargo, no podemos perder el sentido de la unidad y darnos cuenta de que por el bautismo estamos incorporados a una institución sobrenatural, establecida directamente por Dios para “la redención universal” (Lumen Gentium). Tenemos que separar la natural antipatía que nos puede generar la reprochable conducta de algunos, con el fin sobrenatural que Dios asigna a su Iglesia. No hacer esta separación es nociva para las almas. Los cristianos seguimos a Cristo, no a tal o cual cura. Pertenecemos a la Iglesia, cuyo fin es sobrenatural y busca que logremos la santidad.

 

En el plano de la piedad personal, debemos rezar por la Iglesia y sus necesidades, por nuestros sacerdotes y de manera particular, por el aumento de las vocaciones, cuya disminución es proporcional a la falta de confianza que indica la encuesta.

 

Respecto de la baja de religiosidad es un hecho preocupante. Podría ayudar a interpretar ese dato numérico la sabia advertencia que hacía San Juan Pablo II, cuando señalaba que, “(…) muy a menudo, en general, nuestro modo de ver la religión es excesivamente verla sólo desde nuestra perspectiva. Miramos la religión como un fenómeno humano. Un fenómeno de la vida humana, un fenómeno social, psicológico, cierto hecho histórico. Visto desde esta perspectiva, y casi exclusivamente desde esta perspectiva. Miramos la religión como un conjunto de leyes, principios y obligaciones. Lo que debemos creer, lo que debemos hacer. Esta visión de la religión es muy miope, debilita su fuerza en nosotros. Hay que mirar absolutamente la religión desde la perspectiva de Dios, y precisamente el Evangelio, y en particular la pasión de Cristo, la narración de la pasión de Cristo nos permite mirar la religión ayudándonos a ver lo que es no sólo desde nuestra perspectiva, sino también desde la de Dios” (Juan Pablo II, El Evangelio y el Arte, Madrid: Ciudad Nueva, 2014, pp. 48-49).

 

El rechazo a Dios es un camino, muchas veces se toma desde la individualidad o desde la subjetividad, que nos lleva a perder la confianza. Como lo exponía San Juan Pablo II a los jóvenes chilenos, en 1987, “¿Cuál es el motivo de vuestra confianza? Vuestra fe, el reconocimiento y la aceptación del inmenso amor que Dios continuamente manifiesta a los hombres: “Dios Padre que nos ama a cada uno desde toda la eternidad, que nos ha creado por amor y que tanto nos ha amado a los pecadores hasta entregar a su Hijo unigénito para perdonar nuestros pecados, para reconciliarnos con Él, para vivir con Él una comunión de amor que no terminará jamás” (Mensaje para la II Jornada mundial de la juventud, n. 2, 30 de noviembre de 1986). Sí, Jesucristo, muerto, Jesucristo resucitado es para nosotros la prueba definitiva del amor de Dios por todos los hombres. Jesucristo, “el mismo ayer y hoy y por los siglos” (Hb 13, 8), continúa mostrando por los jóvenes el mismo amor que describe el Evangelio cuando se encuentra con un joven o una joven”.

 

Pidamos al Espíritu Santo que nos de luces para defender y amar cada día más a la Iglesia, que sabemos, es una santa, católica y apostólica.

 

Crodegango






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