"Unidos en Cristo para Evangelizar"
04 de Julio de 2023
El valor de la verdadera amistad
 


La amistad en una cosa muy necesaria en nuestras vidas. Jesús nos revela su valor al señalar: "no hay amor más grande que dar la vida por los amigos…" (San Jn 15, 13). Esta frase nos indica el sentido profundo de la amistad, que es darse al otro.

Aristóteles afirmaba, sabiamente, que “Nadie elegiría vivir una vida sin amigos” (Ética a Nicómaco 116b 17-19).


Esta relación humana no tiene una única manifestación, sino varias y diversas, que se explican por la capacidad de amar, que Dios nos ha regalado. 


Nuestra vida da cuenta que la amistad puede ser pasajera o duradera. Muchos que fueron nuestros amigos ya no lo son. También están los que nos han acompañado toda la vida.


Para cultivar sanamente este vínculo hay varios elementos que conviene considerar, especialmente, por los más jóvenes, que por su poca experiencia de vida no cuentan con las herramientas para diferenciar como proceder correctamente en esta relación, que normalmente se empieza a fraguar en esa etapa de la vida. 


- Una buena amistad se construye en el tiempo. No es algo pasajero. Podemos tener muchos conocidos, pero no podemos calificar a todos de amigos. 
- Toda amistad se basa en buscar el bien del otro.
- No es verdadera amistad cuando lo que se busca en el otro es sólo algo útil o deleitable, que incluso podría ser algo malo o perjudicial. Esta es una de las causas de decepción más frecuentes en las amistades de los adolescentes, cuando descubren que alguien era amigo sólo por interés.


Si la relación se basa sólo en la utilidad, tampoco logra el objetivo de la auténtica amistad. Basta que desaparezca el elemento utilitario para que ella concluya. 


La superficialidad de estas relaciones fundadas en el placer o en lo útil es lo que las hace pasajeras o efímeras. Lo mismo acontece cuando ella se basa en la búsqueda del deleite, basta que cambie la coincidencia en el gusto para que concluya la amistad.


Como se puede advertir, la única amistad que prospera es la que se construye sobre bases sólidas y trascendentes, como es la comunidad en la fe, en la búsqueda de la virtud y del bien. La comprobación de ello proviene de que ningún amigo auténtico le podría reprochar a otro su esfuerzo por vivir las virtudes, por ser ejemplar, por querer llegar a ser santo. 


En cambio, en las relaciones que tienen una comunidad de intereses en objetivos incorrectos, lo anterior no se puede dar. El mejor ejemplo surge en el reproche que algunos adolescentes o jóvenes hacen a otros de su grupo porque uno no quiere probar la droga o beber alcohol o algo por el estilo. Claramente, eso no puede ser calificado de una amistad sana; el solo intento de querer coaccionar a alguien para que haga el mal es demostrativo de la falta de una auténtica amistad. 


Los padres tenemos que estar atentos a las amistades tóxicas que pueden surgir en la adolescencia y que pueden causar mucho daño. Son de este tipo la que profieren comentarios hirientes o injustificadamente críticos, seguramente por una envidia oculta que hace insana esa relación. 


El discernimiento de lo que es una buena amistad explica que en muchos casos convenga aplicar el refrán “más vale solo, que mal acompañado”. Esta manifestación de la sabiduría popular revela que en ocasiones conviene no seguir cultivando una relación porque terminará en algo perjudicial. En ese proceder no hay ninguna falta. Por el contrario, es una acción virtuosa no seguir cultivando una amistad insana o peligrosa. Lo anterior no me impide como cristiano seguir rezando para que esas personas descubran el bien, pero moralmente no tengo obligación de ser su amigo cuando ello nos conduce al alejamiento de Dios.


La amistad basada en las virtudes nunca motivará reproches del verdadero amigo. Por el contrario, aumentará la admiración que lleva a acrecentar la relación fraternal de las personas que se admiran en una sana amistad.


Pidamos a Jesús que nos regale el don de tener siempre buenos amigos.


Crodegango

 






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