"Unidos en Cristo para Evangelizar"
14 de Septiembre de 2023
Por favor y gracias
 


Dentro de las virtudes cotidianas, una indiscutida para que la vida sea más agradable a todos es la amabilidad. Ella supone un trato deferente a nuestro prójimo y de manera particular soportar los defectos de los que nos rodean.

Son muy elocuentes las palabras de San Pablo a los Colosenses: “Sopórtense los unos a los otros, y perdónense mutuamente siempre que alguien tenga motivo de queja contra otro. El Señor los ha perdonado: hagan ustedes lo mismo. 14 Sobre todo, revístanse del amor, que es el vínculo de la perfección. 15 Que la paz de Cristo reine en sus corazones: esa paz a la que han sido llamados, porque formamos un solo Cuerpo. Y vivan en la acción de gracias” (Cl 313-15).


Lo anterior supone ejecutar actos concretos, que nos pueden ayudar a mejorar la convivencia diaria en nuestros hogares, lugares de trabajo, etc.


La convivencia con otros debe aceptar una realidad indiscutida: todos somos distintos. Los temperamentos humanos son todos diferentes. Existen personas que son naturalmente simpáticas o que entre ellas surge una inclinación afectiva, espontánea y de mutua cercanía. El que es simpático tiene un modo de ser que agrada a los demás. No es difícil compartir con personas dotadas de este carácter. Su forma de ser atrae al resto.


Pero también está el antipático, que genera un sentimiento de aversión en mayor o menor grado, por razones que pueden ser objetivas o subjetivas. En esta caracterización se pueden ubicar los que son de trato cortante en su forma de contestar, y que reaccionan mal, incluso frente a nimiedades. En otros casos tienen una personalidad compleja, que impresiona por la facilidad para generar fricciones por sus comentarios ácidos y críticas.


La amabilidad nos obliga a cultivar la virtud de la paciencia, que nos permite conservar la serenidad en el trato con todos. Como siempre, es el ejemplo de Cristo el único camino a seguir. Él nos precedió en el sufrimiento y supo ser paciente para respetar la voluntad de su Padre. 


Sin la paciencia no existe serenidad. Sin serenidad no hay paz. El que sabe ser paciente transmite a su alrededor la paz que el resto necesita para convivir en la vida diaria. Para ser pacientes tenemos que confiar en Dios en todas las circunstancias, incluida las adversidades que la vida nos puede presentar y que Dios ha previsto para nuestra salvación. 

 

Nos puede ayudar a mejorar en esto, hacernos como niños y cantar a todo pulmón la insuperable canción infantil del grupo Mazapán: “Por favor y gracias”:

 
Vengan que yo sé del modo,
El modo preciso para triunfar,
Miren que con solo con esto las puertas se abren, todo conseguirás,
Con por favor y gracias,  
Con por favor y gracias,
Con por favor y gracias,
Todo resulta mejor…

 

Crodegango






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