"Unidos en Cristo para Evangelizar"
15 de Noviembre de 2023
La pandemia de soledad
 


Es un hecho social distintivo de la modernidad el aumento de la soledad o de la sensación de soledad. Esto se debe a una serie de cambios que han modificado la visión de la familia y su rol insustituible en la integración social.

En estos días se dio a conocer un estudio de “conexión social” o “interacción social” realizado por la Universidad de Glasgow (Escocia). Según la investigación, las personas que viven solas y no reciben al menos una vez al mes una visita de familiares o amigos tienen un riesgo de muerte un 39% mayor.

Para medir la “conexión social” se encuestó a los participantes sobre los siguientes hechos: si se sentían solas, si participaban en actividades grupales semanales, si vivían solas, si confiaban en alguien cercano, si recibían visitas de amigos y familiares a lo menos una vez al mes.

Para lo que aquí interesa, es un hecho social distintivo de la modernidad el aumento de la soledad o de la sensación de soledad. Esto se debe a una serie de cambios que han modificado la visión de la familia y su rol insustituible en la integración social.

La soledad afecta especialmente a nuestros mayores. Esto se hace evidente cada cierto tiempo, especialmente en los países materialmente más desarrollados, donde las expectativas de vida son mayores gracias a los avances de la medicina.

Todavía se recuerda lo ocurrido el 2003 en Francia, donde la ola de calor dejó al descubierto la soledad en que se encontraban miles de ancianos, que murieron en sus casas por enfermedades relacionadas con el calor, sin recibir asistencia ni visita de nadie. Japón, uno de los países más envejecidos del mundo (el 30% de la población supera los 65 años) se ha dado cuenta de un hecho terrible: algunos ancianos cometen delitos para ir a la cárcel y tener alguien con quien hablar. En el Reino Unido han tenido que crear una suerte de “Ministerio de la Soledad”, para enfrentar esta dura realidad que afecta a millones.

En nuestra realidad, el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) confirma la tendencia de los últimos años respecto a la disminución de nacimientos. Gradualmente vamos a ser un país de longevos. Basta visitar los parques de la comuna y allí cada vez se pasea más a mascotas que a niños.

El problema de la soledad también alcanza a nuestros jóvenes. Las causas en este segmento son variadas y van desde las pocas habilidades para hacer amigos a situaciones de profundo dolor, que los hace ensimismarse y generar un mecanismo de defensa. En su vinculación con la causa demográfica, hoy son muchos los jóvenes que no tienen primos, ni tíos con los que socializar. Lo que antes hacía la familia hoy lo hace el Play Station.

Como se puede advertir, la solución a este problema está en manos de los matrimonios católicos, que están llamados a sacar adelante una gran misión. La consideración de la vida como un don es una de las manifestaciones más evidentes de la invitación de Jesús a ser "sal y luz del mundo" (Mt. 5, 13-16). El decrecimiento demográfico y la inevitable pandemia de soledad que ello provoca, como en tantos males sociales que nos aquejan, espera de los cristianos una respuesta positiva.

El descenso poblacional es el resultado de políticas públicas implementadas, desde hace décadas, por gobiernos de distintos signos que originan problemas sociales como la pandemia de soledad. Es francamente conmovedor oír a muchos políticos ateos presentar como un avance en los derechos de las mujeres que ellas puedan eliminar a los miembros de la familia humana. Estos son los mismos “humanistas” que después promueven las leyes de eutanasia. 

Estimar a los hijos como una amenaza es muchas veces el resultado de una mentalidad groseramente consumista, que en muchos casos sólo busca asegurar el cambio frecuente de auto y los viajes a lugares exóticos para contemplar de cerca caimanes o rarezas similares.

De mantenerse esta tendencia, en pocos años la situación puede llegar a ser angustiante. Ya no sólo estaremos padeciendo la pandemia de soledad en la que nadie nos visitará, sino que tampoco habrá sacerdotes suficientes para asistirnos espiritualmente en nuestra partida.  

Pidamos a la Sagrada Familia que nos ayude a entender y fomentar la misión de los matrimonios cristianos, con particular atención en las vocaciones sacerdotales.

Autor: Crodegango






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