"Unidos en Cristo para Evangelizar"
14 de Abril de 2025
La Pasión y Resurrección del Señor: el triunfo de una religión
 


Uno de los mayores desafíos que tenemos en el Chile actual. Tenemos que buscar una solución a la evidente carencia que se aprecia en la formación religiosa de los chilenos...

Esta semana estamos celebrando la Pasión y la Resurrección del Señor. Han transcurrido muchos siglos desde ese hecho histórico y el cristianismo sigue vigente, y lo será así hasta el final de los tiempos.

El cristianismo es la mayor religión del mundo, con un 31% de la población mundial. En Chile el promedio es mayor a la media mundial, tal como se refleja en las distintas expresiones de Iglesias cristianas y sus comunidades.

Existen muchas formas de examinar esta realidad que conforma el cristianismo. Una de ellas es la perspectiva histórica, la que, a su vez, ofrece muchas variantes, como puede ser explorar el desarrollo del sistema de creencias, las manifestaciones de piedad, entre otros.

Dentro de estas alternativas, también se puede utilizar como criterio de análisis los patrones de religiosidad de los laicos, específicamente, para responder ¿qué formas de conversión y de compromiso asume un laico en el cristianismo hoy? Como sabemos, la conversión es una profunda transformación de la forma de vida, en el caso del cristianismo, por encontrase con el Señor.

La pregunta sobre la conversión de los laicos se remonta a los orígenes de la Iglesia. Históricamente está demostrado que la expresión “laico” ya se utilizaba a finales del siglo I. En un conocido escrito de San Clemente Romano (35-99) se designa como “laicos” la condición en el Pueblo de Dios de aquellos fieles que no son ministros sagrados (Carta a los Corintios, 40,5). Con esa caracterización se quería aludir a algo muy relevante, que es la de ser simplemente cristianos. Cuantitativamente, ese ha sido el estado que han tenido millones de personas, en los más de dos mil años que lleva el mensaje cristiano.

Los laicos, en cuanto simples cristianos son la base para que la luz de Cristo ilumine a muchos. De ahí surgen las vocaciones religiosas, que tanto necesitamos hoy. Son estos simples cristianos, los que con su generosidad pueden asistir a muchos material y espiritualmente.

La Iglesia necesita que participen y actúen laicos comprometidos en todos los ámbitos a los que el mensaje cristiano debe llegar, tal como lo destacó el Concilio Vaticano II, en el cap. IV de la Constitución dogmática sobre la Iglesia: Lumen Gentium, donde se lee: “33. (…) el apostolado de los laicos es participación en la misma misión salvífica de la Iglesia, apostolado al que todos están destinados por el Señor mismo en virtud del bautismo y de la confirmación. Y los sacramentos, especialmente la sagrada Eucaristía, comunican y alimentan aquel amor hacia Dios y hacia los hombres que es el alma de todo apostolado. Los laicos están especialmente llamados a hacer presente y operante a la Iglesia en aquellos lugares y circunstancias en que sólo puede llegar a ser sal de la tierra a través de ellos [113]. Así, todo laico, en virtud de los dones que le han sido otorgados, se convierte en testigo y simultáneamente en vivo instrumento de la misión de la misma Iglesia en la medida del don de Cristo (Ef 4,7)”.

Obviamente, para cumplir lo anterior es necesario recibir una formación adecuada, que actualmente no es fácil de lograr. En nuestra realidad esto se explica por el predominio del dogma liberal, que consagra y garantiza el principio de la neutralidad del Estado en la educación pública, lo que se traduce en no facilitar la enseñanza de ninguna religión, la ha sido relegada, en el mejor de los casos, a cursos optativos dados en horas no lectivas, que nadie le interesa cursar.

La educación que recibe la mayoría de la población sigue la siguiente regla: el deber de neutralidad e imparcialidad del Estado es incompatible con cualquier tipo de poder por su parte para evaluar la legitimidad de las convicciones religiosas o las formas de expresas dichas convicciones. El Estado no facilita la enseñanza de ningún credo religioso.

Bajo la premisa anterior, la educación de los laicos se orienta, en la práctica, a la más completa increencia. Sólo el grupo de privilegiados educados en establecimientos con idearios inspirados en alguna creencia religiosa tienen la posibilidad de hacerse preguntas y recibir información sobre religión.

Lo anterior supone uno de los mayores desafíos que tenemos en el Chile actual. Tenemos que buscar una solución a la evidente carencia que se aprecia en la formación religiosa de los chilenos, donde el cristianismo debería ocupar un lugar relevante, para seguir aportando con la mirada cristiana a la solución de los problemas que nos aquejan. No se trata, en ningún caso, de que el Estado deje de ser aconfesional; el tema es como facilitar que nuestros hijos puedan recibir en su proceso educativo el mensaje que ha sido siempre una aportación a la regeneración ética y espiritual de todos los ámbitos que cubre la actividad humana, que hoy claramente clama al cielo en nuestro país.

Pidamos al Espíritu Santo luces para que al término de esta Cuaresma seamos fortalecidos en abundante gracia para querer actuar como laicos comprometidos.

Autor: Crodegango






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