"Unidos en Cristo para Evangelizar"
17 de Junio de 2025
La importancia de conocer el magisterio de los Papas (5)
 


Las enseñanzas del Papa Juan XXIII siguen iluminando la Iglesia con un mensaje pastoral y profundamente humano

San Juan XXIII (1958-1963)

Ángelo Giuseppe Roncalli nació el 25 de noviembre de 1881 en Sotto il Monte, provincia de Bérgamo, Italia. Fue el cuarto de trece hermanos, de una familia campesina. Llegó a ser Papa a los 77 años y tomó el nombre de Juan XXIII; también llegará a ser conocido por el pueblo cristiano como “El Papa Bueno”. Su pontificado duró cinco años. Murió la tarde del 3 de junio de 1963, al día siguiente de Pentecostés. San Juan Pablo II lo declaró beato el 3 de septiembre de 2003. El Papa Francisco lo canonizó el 27 de abril de 2014.

Este pontificado se desarrolló en la denominada Guerra Fría, etapa de la historia contemporánea caracterizada por la división del mundo en dos bloques ideológicos y políticos: uno liderado por EE.UU. y el otro por la URSS, comunista. La crisis de los mísiles soviéticos en Cuba, en 1962, que casi desencadena una guerra atómica, es reflejo de la tensión de esa etapa.

El hecho más relevante de su pontificado fue haber convocado a un concilio ecuménico, a los tres meses de elegido Papa.

Un concilio es una asamblea de obispos que se reúnen con el objetivo de regular aquellos asuntos de la disciplina eclesial o de la doctrina cristiana que afectan la vida de las iglesias locales que presiden y a las que representan.

En el caso del Concilio Vaticano II, este fue concebido inicialmente como una asamblea de orientación pastoral, destinada a realizar un aggiornamento, una adecuación de la Iglesia a las necesidades del mundo moderno. El Papa creó una ante preparatoria (en 1960), que recogió numerosas sugerencias. En esta etapa se consultó a todas las conferencias episcopales del mundo, superiores de todas las instituciones religiosas y a las universidades católicas. La primera fase del Concilio fue clausurada el 8 de diciembre de 1962.

El 3 de junio de 1963 falleció San Juan XXIII, sucediéndole Pablo VI (1963-1978), el que retomaría las sesiones del Concilio el 29 de septiembre de 1963.

Es muy clarificador del propósito de San Juan XXIII recordar el Discurso de Apertura del Concilio Vaticano II, dado el jueves 11 de octubre 1962. En ese documento el Papa fijó la hoja de ruta del Concilio señalando que, “al convocar esta solemnísima asamblea, se ha propuesto afirmar, una vez más, la continuidad del Magisterio Eclesiástico, para presentarlo en forma excepcional a todos los hombres de nuestro tiempo, teniendo en cuenta las desviaciones, las exigencias y las circunstancias de la edad contemporánea”.

La continuidad del Magisterio y Tradición de la Iglesia no era objeto de cuestionamiento alguno cuando señalaba que, “es muy natural que, al iniciarse el Concilio universal, Nos sea grato mirar a lo pasado, como para recoger sus voces, cuyo eco alentador queremos escuchar de nuevo, unido al recuerdo y méritos de nuestros predecesores más antiguos o más recientes, los Romanos Pontífices: voces solemnes y venerables, a través del Oriente y del Occidente, desde el siglo IV al Medievo y de aquí hasta la época moderna, las cuales han transmitido el testimonio de aquellos Concilios; voces que proclaman con perenne fervor el triunfo de la institución, divina y humana: la Iglesia de Cristo, que de Él toma nombre, gracia y poder”.

“El gran problema planteado al mundo, desde hace casi dos mil años, subsiste inmutable. Cristo, radiante siempre en el centro de la historia y de la vida; los hombres, o están con Él y con su Iglesia, y en tal caso gozan de la luz, de la bondad, del orden y de la paz, o bien están sin Él o contra Él, y deliberadamente contra su Iglesia: se tornan motivos de confusión, causando asperezas en las relaciones humanas, y persistentes peligros de guerras fratricidas”.

La intención de San Juan XXIII era que, la Iglesia fuera iluminada “por la luz de este Concilio, para crecer en espirituales riquezas y, al sacar de ellas fuerza para nuevas energías, mirará con valentía hacia el futuro. En efecto; con oportunas 'actualizaciones' y con un prudente ordenamiento de mutua colaboración, la Iglesia hará que los hombres, las familias, los pueblos vuelvan realmente su espíritu hacia las cosas celestiales”.

En el mismo discurso el Papa reprochaba la actuación de los que calificaba de “profetas de calamidades”, siempre avezados a anunciar, siempre infaustos acontecimientos, como si el fin de los tiempos estuviese inminente.

Con tono positivo y llena de esperanza cristiana, el Papa señalaba que, “en el presente momento histórico, la Providencia nos está llevando a un nuevo orden de relaciones humanas que, por obra de los hombres, pero aún más, por encima de sus mismas intenciones, se encaminan al cumplimiento de planes superiores e inesperados; pues todo, aun las humanas adversidades, aquélla lo dispone para mayor bien de la Iglesia”. “Fácil es descubrir esta realidad, cuando se considera atentamente el mundo moderno, tan ocupado en la política y en las disputas de orden económico que ya no encuentra tiempo para atender a las cuestiones del orden espiritual, de las que se ocupa el magisterio de la Santa Iglesia (…)”.

De su magisterio, tiene gran interés hasta el día de hoy lo que se expresa en las Encíclicas Mater et magistra (1961) y Pacem in terris (1963).

Es parte del legado de San Juan XXIII el inicio del rezo público del del Ángelus los domingos y festivos en la Plaza San Pedro, al que acudían los romanos y peregrinos. Esta costumbre cuajó y sus sucesores la han mantenido. Junto al Ángelus muchas veces se agrega una catequesis breve del Papa, un comentario sobre un suceso que invita a la oración universal de los fieles.

Autor: Crodegango

 

 






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