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Los nombres de los pontífices tienen un significado relevante en la Iglesia Católica. Provienen de la inspiración que le provoca un santo, como es el caso de Francisco, que tomó ese nombre por Francisco de Asís. Junto con lo anterior, el nombre del Papa también puede provenir del deseo de continuar con el legado de sus predecesores, lo que explica la sucesión de nombre, como es el caso, entre otros de Pablo, Juan, Benedicto, entre otros.
El nombre también puede indicar que se toma a un antecesor que ha servido como fuente de inspiración y guía. Esto es lo que ha acontecido con León XIV, que en sus pocos días de papado ha dicho que se inspira en León XIII.
Para poder comprender el significado del nombre del nuevo sucesor de Pedro recordemos la figura de León XIII (XIII (1878-1903). Su nombre original era Gioacchino Pecci, nació en Carpineto (Anagni) el 2 de marzo de 1810. Se doctoró en Teología, en Roma. Recibió la ordenación sacerdotal el 31 de diciembre de 1837. Recibió la consagración episcopal el 19 de febrero de 1843. El 9 de diciembre de 1853 Pío IX le nombró Cardenal. Su largo pontificado (1878-1903) le obligó a enfrentarse con múltiples cuestiones.
A León XIII le correspondió gobernar el tercio final del siglo XIX, época en que comenzaba a consolidarse las ideas liberales, que postulaban una defensa de la secularización, donde el hecho religioso sólo debía manifestarse en el ámbito de la conciencia individual, sin ninguna proyección social o pública.
La batalla entre la Iglesia Católica y el liberalismo fue básicamente la libertad de conciencia. Este tema tendría gran importancia en una serie de fenómenos: la secularización general de la vida, la enseñanza laicista y la promoción del divorcio. En este último punto, la defensa del matrimonio indisoluble, que hace la Iglesia Católica desde siempre, era combatida con dureza por los liberales y sus aliados, los cristianos de raíz protestante. Para la ideología liberal sólo eran admisibles los creyentes que fueran partidarios de la secularización de la sociedad.
Al asumir León XIII expuso su visión de los tiempos mediante dos Encíclicas: Inscrutabili Dei concilio y Quod apostolici muneris. La primera de ellas fue dada el 21 de abril de 1878. En ella invita a los católicos a la “defensa de la Iglesia de Dios y la salvación de las almas, cumpliendo en esto el encargo que Dios nos ha confiado”. Al describir la causa de los males de su época señalaba como tales: la difundida subversión de las supremas verdades, en las cuales, como en sus fundamentos, se sostiene el orden social; el desprecio de las leyes que rigen las costumbres y defienden la justicia; la insaciable codicia de bienes caducos y el olvido de los eternos; la malversación de los fondos públicos. De manera particular, el Papa denunciaba la descomposición de la familia, señalando que, “la corrupción, que contamina las familias, viene a contagiar y a viciar desgraciadamente a cada uno de los ciudadanos. Por el contrario, ordenada la sociedad doméstica conforme a la norma de la vida cristiana, poco a poco se irá acostumbrando cada uno de sus miembros a amar la Religión y la piedad, a aborrecer las doctrinas falsas y perniciosas, a ser virtuosos, a respetar a los mayores, y a refrenar ese estéril sentimiento de egoísmo, que tanto enerva y degrada la humana naturaleza”.
En la segunda Encíclica, Quod apostolici muneris, del 28 diciembre de 1878, señala a los tres enemigos de la época: el socialismo, el comunismo y el nihilismo. En el documento se denunciaba sobre esas ideologías: “Nada dejan intacto e íntegro de lo que por las leyes humanas y divinas está sabiamente determinado para la seguridad y decoro de la vida. A los poderes superiores -a los cuales, según el Apóstol, toda alma ha de estar sujeta, porque del mismo Dios reciben el derecho de mandar- les niegan la obediencia, y andan predicando la perfecta igualdad de todos los hombres en derechos y deberes. Deshonran la unión natural del hombre y de la mujer, que aun las naciones bárbaras respetan; y debilitan y hasta entregan a la liviandad este vínculo, con el cual se mantiene principalmente la sociedad doméstica”. “4. Atraídos, finalmente, por la codicia de los bienes terrenales, que es la raíz de todos los males, y que, apeteciéndola, muchos erraron en la fe, impugnan el derecho de propiedad sancionado por la ley natural, y por un enorme atentado, dándose aire de atender a las necesidades y proveer a los deseos de todos los hombres, trabajan por arrebatar y hacer común cuanto se ha adquirido a título de legítima herencia, o con el trabajo del ingenio y de las manos, o con la sobriedad de la vida”.
Por último, León XIII es conocido por la encíclica Rerum novarum (Acerca de las nuevas cosas), en la que denunciaba la situación de los obreros. Ella fue dada el 15 de mayo de 1891.
Es evidente que a cada sucesor de San Pedro les corresponde enfrentar los acontecimientos de la vida de la Iglesia y del mundo, donde la historia no se repite, pero se puede parecer.
Acompañemos al santo Padre, León XIV, con nuestras oraciones para que su mensaje pueda ayudar a lograr la paz y el cese de la guerra en tantos lugares; la profundización de democracia y a superación de las tiranías; el respeto a las libertades individuales y los derechos humanos que dignifiquen al hombre de nuestra época.
Autor: Crodegango