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Giovanni Battista Montini nació en Concesio, Brescia (Italia), el 26 de septiembre de 1897. Ingresó en el seminario de Brescia y recibió el 29 de mayo de 1920 la ordenación sacerdotal. El 1 de noviembre de 1954 fue nombrado arzobispo de Milán. El 21 de junio de 1963, fue elegido Papa y tomó el nombre de Pablo, con una referencia clara al apóstol evangelizador. Fue canonizado el 14 de octubre de 2018 por el Papa Francisco.
Le correspondió reabrir el Concilio Vaticano II, el 29 de septiembre de 1963 y también su clausura, el 8 de diciembre de 1965.
Ecclesiam suam de 1964, su primera Encíclica, traza la línea de acción en el momento que el Concilio trabajaba para insertar a la Iglesia en el mundo moderno. Debemos ver en sus palabras una hoja de ruta cuando nos señalaba que: “La Iglesia volverá a hallar su renaciente juventud no tanto cambiando sus leyes exteriores cuanto poniendo interiormente su espíritu en actitud de obedecer a Cristo, y, por consiguiente, de observar aquellas leyes que ella, en el intento de seguir el camino de Cristo, se prescribe a sí misma: aquí está el secreto de su renovación (…)”.
Es obligatorio considerar las enseñanzas de la Humanae Vitae, encíclica publicada el 25 de julio de 1968 Humanae Vitae (25 de julio de 1968) | Pablo VI. En este documento tiene un gran valor para los católicos puesto que sintetiza los criterios de una recta antropología cristiana, en temas relevantes como la familia, el matrimonio, a dignidad del amor conyugal, el uso de la anticoncepción, la castidad.
De manera clara y valiente advertía sobre las “graves consecuencias de los métodos de regulación artificial de la natalidad”, señalando que: “El camino fácil y amplio que se abriría a la infidelidad conyugal y a la degradación general de la moralidad.
Con relación a la castidad, sigue vigente esta invitación del Papa, cuando señala: “22. Nos queremos en esta ocasión llamar la atención de los educadores y de todos aquellos que tienen incumbencia de responsabilidad, en orden al bien común de la convivencia humana, sobre la necesidad de crear un clima favorable a la educación de la castidad, es decir, al triunfo de la libertad sobre el libertinaje, mediante el respeto del orden moral. Todo lo que en los medios modernos de comunicación social conduce a la excitación de los sentidos, al desenfreno de las costumbres, como cualquier forma de pornografía y de espectáculos licenciosos, debe suscitar la franca y unánime reacción de todas las personas, solícitas del progreso de la civilización y de la defensa de los supremos bienes del espíritu humano. En vano se trataría de buscar justificación a estas depravaciones con el pretexto de exigencias artísticas o científicas, o aduciendo como argumento la libertad concedida en este campo por las autoridades públicas”.
Las directrices de la Humanae Vitae las dio San Pablo VI incluso en medio de dificultades e incomprensiones dentro de la misma Iglesia, haciendo una invitación a vivir la vocación universal a la santidad para todo matrimonio católico.
Frente a las convulsiones generadas en algunos, que querían cambiar el contenido de la Fe, promulgó el 30 de junio de 1968 “El Credo del Pueblo de Dios”. El propósito de ese documento era: “Queremos que esta nuestra profesión de fe sea lo bastante completa y explícita para satisfacer, de modo apto, a la necesidad de luz que oprime a tantos fieles y a todos aquellos que en el mundo —sea cual fuere el grupo espiritual a que pertenezcan— buscan la Verdad”. Credo del Pueblo de Dios (30 de junio de 1968) | Pablo VI.
A San Pablo VI debió enfrentar un fenómeno que todavía está en curso, como es la aprobación de leyes de aborto. El parlamento italiano la aprobó el 6 de junio de 1978. Este Papa reafirmó la enseñanza de la Iglesia Católica de que el aborto es un acto intrínsecamente malo que viola el derecho fundamental a la vida del ser humano no nacido. Hizo hincapié en la necesidad de respetar y proteger la vida desde el momento de la concepción hasta la muerte natural.
Con la creación de 144 purpurados, la mayor parte no italianos, en seis consistorios remodeló el Colegio cardenalicio y acentuó su carácter de representación universal. Realizó nueve viajes que durante su pontificado por los cinco continentes.
Dio inició a un cambio en la estructura del gobierno central de la Iglesia, instituyendo el Sínodo de los obispos. En 1970 declaró doctoras de la Iglesia a dos mujeres, santa Teresa de Ávila y santa Catalina de Siena.
En 1974 escribió un discurso al Episcopado de Chile, con ocasión de la consagración del Templo Votivo Nacional, dedicado a la Virgen del Carmen, en Maipú. De este documento sigue vigente la siguiente invitación: “Queremos hoy exhortaros a proseguir, perfeccionándolo siempre, ese camino. María es, en efecto, el modelo por excelencia de la Iglesia; un modelo, siempre válido, de fe, como respuesta a la palabra de Dios, premisa y cauce de su prodigiosa maternidad divina; modelo de amor operante, de presencia activa y alentadora en la comunidad orante de los Apóstoles (Cfr. Exhortación Apostólica sobre el Culto a la Santísima Virgen, nn. 16-21) y que «precede con su luz al peregrinante pueblo de Dios, como signo de esperanza cierta y de consuelo hasta que llegue el día del Señor» (Lumen Gentium, 68).
En la homilía de la misa en que fue canonizado el año 2018, el Papa Francisco señalaba que “Pablo VI, aun en medio de dificultades e incomprensiones, testimonió de una manera apasionada la belleza y la alegría de seguir totalmente a Jesús. También hoy nos exhorta, junto con el Concilio del que fue sabio timonel, a vivir nuestra vocación común: la vocación universal a la santidad. No a medias, sino a la santidad (…)”.
Crodegango