"Unidos en Cristo para Evangelizar"
08 de Julio de 2025
La importancia de conocer el magisterio de los Papas (8)
 


Un pastor incansable y cercano, cuyo legado y testimonio de perdón, esperanza y amor a Cristo sigue inspirando a la Iglesia. Conozcamos a San Juan Pablo II.

Juan Pablo II (1978-2005)

Karol Wojtyla, nació en Wadowice (Polonia) el 18 de mayo de 1920. Fue el menor de los tres hijos de Karol Wojtyla y Emilia Kaczorowska. Fue ordenado sacerdote el 1 de noviembre de 1946. En 1948 obtuvo el doctorado en teología, con una tesis sobre el tema de la fe en las obras de San Juan de la Cruz. Fue elegido Papa el 16 de octubre de 1978, sucediendo a Juan Pablo I. Murió en Roma el sábado 2 de abril de 2005, en la víspera del Domingo in Albis o de la Divina Misericordia. Fue beatificado el 1 de mayo de 2011, por Benedicto XVI. El Papa Francisco lo canonizó el 27 de abril de 2014.

Realizó 104 viajes apostólicos por el mundo. Entre sus principales documentos se encuentran 14 Encíclicas, 15 Exhortaciones Apostólicas, 11 Constituciones Apostólicas y 45 Cartas Apostólicas. Celebró 147 ceremonias de beatificación, en las cuales proclamó 1338 beatos, y 51 de canonización, con un total de 482 santos. Promulgó el Catecismo de la Iglesia Católica (CCI). Instituyó la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud, que convoca hasta hoy a miles de jóvenes. En las Audiencias Generales de los miércoles asistieron más de 17.600.000 peregrinos, sin contar las demás audiencias y ceremonias religiosas, donde se encontró con millones de fieles.

Es imposible sintetizar en este lugar el legado de un Papa tan carismático y prolífico, como San Juan Pablo II.

Todos los que estuvieron cerca de él han destacado su profundo amor a Jesucristo y su Madre, la Santísima Virgen María.

En su catequesis invitaba a seguir los pasos de Jesucristo, que es una forma de invitar al seguimiento de la Cruz. Consciente de los problemas del hombre moderno no dejaba de proclamar: ¡No tengáis miedo! ¡Abrid las puertas a Cristo!  Estas dos frases son el sello distintivo de la densidad de su mensaje, como ya anticipaba en su primera Encíclica, Redemptor hominis, de 1979.

En nuestro país tuvimos la posibilidad de recibir su visita oficial, desde el 1 al 6 de abril de 1987.

Hasta el día de hoy causa impacto leer el discurso a los jóvenes, pronunciado en el Estadio Nacional, el jueves 2 de abril de 1987, cuando señaló con fuerza:

“En la experiencia de fe con el Señor, descubrid el rostro de quien por ser nuestro Maestro es el único que puede exigir totalmente, sin límites. Optad por Jesús y rechazad la idolatría del mundo, los ídolos que buscan seducir a la juventud. Sólo Dios es adorable. Sólo El merece vuestra entrega plena”.

“¿Verdad que queréis rechazar el ídolo de la riqueza, la codicia de tener, el consumismo, el dinero fácil?”

“¿Verdad que queréis rechazar el ídolo del poder, como dominio sobre los demás, en vez de la actitud de servicio fraterno, de la cual Jesús dio ejemplo?, ¿verdad?”

“¿Verdad que queréis rechazar el ídolo del sexo, del placer, que frena vuestros anhelos de seguimiento de Cristo por el camino de la cruz que lleva a la vida? El ídolo que puede destruir el amor”.

Para los tiempos que corren nunca está demás repasar la Encíclica Veritais Splendor, promulgada por el Papa Juan Pablo II en agosto 1993. En ella nos invita “a reflexionar sobre el conjunto de la enseñanza moral de la Iglesia, con el fin preciso de recordar algunas verdades fundamentales de la doctrina católica, que en el contexto actual corren el riesgo de ser deformadas o negadas”. A partir del encuentro de Jesús con el Joven Rico, la Encíclica nos interpela sobre nuestra disposición para seguir a Dios, sin condiciones. La pregunta por la verdad es más actual que nunca, especialmente cuando vemos que muchos no han recibido o les es indiferente el mensaje del Evangelio. Son numerosos los que pueden vivir toda su vida sin hacerse nunca una pregunta sobre el objetivo final de la existencia. Nadie los interpela con preguntas radicales y han llegado a estimar que es lo mismo creer o no creer.

Su ejemplar vivencia de la caridad cristiana queda a la vista al recordar un suceso dramático, ocurrido el 13 de mayo de 1981, día de la Virgen de Fátima, cuando un terrorista le disparó a matar en la Plaza de San Pedro. En 1983 el Papa lo visitó en prisión, miró a su agresor a los ojos y éste le tomó la mano y se la besó. San Juan Pablo II habló largo rato con el prisionero y le regaló un rosario. Al salir de ese encuentro nuestro santo diría: las cosas sobre las que conversamos se mantendrán en secreto entre él y yo; le hablé como un hermano al que he perdonado, y quien tiene toda mi confianza; Todos necesitamos ser perdonados por otros, entonces todos debemos estar dispuestos a perdonar. Pedir y dar perdón es algo de lo que cada uno de nosotros merece profundamente.

Autor: Crodegango






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