"Unidos en Cristo para Evangelizar"
09 de Septiembre de 2025
La urgencia a la ley de aborto y crisis de humanismo
 


Es conveniente indagar sobre las razones que han llevado a este panorama, para poder entender el problema al que nos estamos enfrentando como sociedad.

Se ha puesto urgencia al proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo, que se encuentra en tramitación en la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados.

Lo anterior busca modificar radicalmente la ley de aborto vigente desde 2018. Conforme a las estadísticas oficiales del Ministerio de Salud, a junio de 2024 la regulación que despenalizó el aborto en tres causales ha permitido practicar 5.370 abortos: riesgo vital de la madre (1.614), inviabilidad del feto (2.489) y violación (1.267).

La motivación para esta nueva propuesta es “resguardar el derecho a la salud y los derechos sexuales y reproductivos de mujeres, adolescentes y niñas, y avanzar y profundizar en su reconocimiento”. Si se aprueba este cambio, el aborto quedará sujeto “a la petición de las mujeres, adolescentes y niñas en un plazo que establezca el legislador”, sin necesidad de invocar alguna causal. En palabras del proyecto de ley que se tramita urgentemente, “podrá interrumpirse el embarazo dentro de las primeras catorce semanas de gestación a petición de la mujer embarazada”.

Con este hecho nos encontramos con que en nuestro Congreso actualmente se debate sobre todo el ciclo vital humano: la eutanasia en el Senado y el aborto en la Cámara de Diputados, revelando una profunda crisis de humanismo que nos afecta.

Es conveniente indagar sobre las razones que han llevado a este panorama, para poder entender el problema al que nos estamos enfrentando como sociedad y pedir luces al Espíritu Santo de cómo debemos abordarlo cristianamente.

Es un hecho que convivimos con personas que alientan con tesón el aborto y la eutanasia como si fuesen auténticos derechos. La discusión sobre estos temas no es banal y se da entre personas que suscriben diferentes posturas antropológicas y morales. Veamos sus motivaciones, para entender a qué nos enfrentamos realmente.

Primero, conciben la existencia humana como un desafío que, desde su origen hasta su término, quedaría entregada a la voluntad humana. En su visión, no existe un Dios Creador ni menos llegan a sentirse como creaturas que tienen un Padre al que deban respeto. En el caso del aborto, los progenitores creen tener derecho a eliminar al hijo; en la eutanasia, son los hijos quienes descartan a sus padres. Todo ello da como resultado dantesco que la ley permite que miembros de la familia humana se eliminen unos a otros, sin reparar en que siempre será inmoral matar a un inocente.

Segundo, estiman que pueden decidir soberanamente cuándo comienza y termina la vida humana. Bajo esta premisa, piensan que existen situaciones en las que no es exigible a un ser humano hacerse responsable del otro. Se han convencido de que no existe la obligación de la mujer de sostener un embarazo ni de cuidar al enfermo terminal. En ambos casos puede estar presente el móvil de un hedonismo radical que los lleva a sumarse a la cultura del descarte, para no arruinar el proyecto vital que se han trazado.

Tercero, los partidarios de esta legislación no conciben que existan normas morales que los obliguen en toda circunstancia y a todo agente. El “no matar”, “no torturar” o “no esclavizar” terminan siendo buenos deseos. En el caso de las reglas que buscan proteger la vida, admiten excepciones, aunque esto signifique eliminar a inocentes. Bajo ese prisma, no aceptan que existan actos intrínsecamente perversos. Si la ley lo admite, logran un placebo moral para que las conciencias ya cauterizadas puedan seguir adelante, sin importar que esto se haga a costa de niños que no llegan a nacer.

Cuarto, normalmente los partidarios de estas leyes predican un estilo de vida donde la búsqueda de la autenticidad es su móvil. Bajo este esquema, sus pautas morales son abstractas y se limitan a ciertas causas de su interés, normalmente identitarias, como el cuidado de la naturaleza, un mar libre de plásticos, etc. Además, se convencen de que todo lo que ellos proponen es lo auténtico y se lanzan a redefinir, sin límite, lo que atenta contra una “vida auténtica”, que por cierto debe estar libre de reglas provenientes de la religión o de la moral.

Quinto, bajo el pretexto de querer obtener igualdad de derechos, buscan reconocer “derechos colectivos particulares”, como acontece con el aborto libre, gratuito y sin causales. Detrás de ello hay un individualismo radical, en el que no existe el prójimo. En muchos casos, no hay una ética del heroísmo, sino la ética del egoísmo y del narcisismo.

Sexto, su ideal de autenticidad se traslada, en muchos casos, a la visión que predican del sexo, al que conciben como un producto de consumo masivo y libre. Esto determina que el aborto se convierta en una herramienta más de anticoncepción masiva, para el caso de que no hayan actuado los otros mecanismos tendientes a tal fin.

Estamos frente a un problema cultural serio, que como cristianos nos debe llevar a rezar más a Dios, para que nuestros parlamentarios rechacen esta legislación.

Autor: Crodegango






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