"Unidos en Cristo para Evangelizar"
18 de Junio de 2021
Los Papas del siglo veinte (IV)
 


Ambrogio Damiano Achille Ratti fue ordenado sacerdote el 27 de diciembre de 1879. En 1919 es nombrado nuncio del Papa en Polonia y en 1921 cardenal y arzobispo de Milán. El 6 de febrero de 1922 sucedió al papa Benedicto XV, tomando el nombre de Pío XI.

Pio XI (1922-1939)

Ambrogio Damiano Achille Ratti, nació en el 31 de mayo de 1857 en Desio, Italia, en una familia acomodada. Fue ordenado sacerdote el 27 de diciembre de 1879. Entre 1882 y 1888 fue catedrático de teología en el seminario de Milán. En 1919 es nombrado nuncio del Papa en Polonia y en 1921 cardenal y arzobispo de Milán. El 6 de febrero de 1922 sucedió al papa Benedicto XV, tomando el nombre de Pío XI.

Este Papa asume después de terminada la Primera Guerra Mundial. Su primera Encíclica, Ubi arcano Dei concilio (Por el inescrutable designio de Dios), contiene un mensaje de paz. Al igual que sus antecesores señala la función del Magisterio, indicando que, “la Iglesia no quiere, ni debe desear, mezclarse sin causa justa en el sentido de los asuntos puramente civiles. Por otro lado, ella no puede permitir o tolerar que el estado use el pretexto de ciertas leyes de regulaciones injustas para dañar los derechos de un orden superior al del estado, para interferir con la constitución dada a la Iglesia por Cristo, o violar los derechos de Dios mismo sobre la sociedad civil”.

Dentro de su oficio ministerial queremos destacar aquí, por su actualidad, la revalorización del laicado. Entre otros documentos esto se aprecia en Encíclica sobre el matrimonio cristiano: “Casti Connubii”, de 31 de diciembre de 1931. Allí se insiste en la naturaleza del matrimonio cristiano y de su dignidad. Sin perjuicio de otros desarrollos, recordemos algunos puntos que invitan a la reflexión:

- “3 (…) el matrimonio no fue instituido ni restaurado por obra de los hombres, sino por obra divina; que no fue protegido, confirmado ni elevado con leyes humanas, sino con leyes del mismo Dios, autor de la naturaleza, y de Cristo Señor, Redentor de la misma, y que, por lo tanto, sus leyes no pueden estar sujetas al arbitrio de ningún hombre, ni siquiera al acuerdo contrario de los mismos cónyuges. Esta es la doctrina de la Sagrada Escritura, ésta la constante tradición de la Iglesia universal, ésta la definición solemne del santo Concilio de Trento, el cual, con las mismas palabras del texto sagrado, expone y confirma que el perpetuo e indisoluble vínculo del matrimonio, su unidad y su estabilidad tienen por autor a Dios”.

- “Mas aunque el matrimonio sea de institución divina por su misma naturaleza, con todo, la voluntad humana tiene también en él su parte, y por cierto nobilísima, porque todo matrimonio, en cuanto que es unión conyugal entre un determinado hombre y una determinada mujer, no se realiza sin el libre consentimiento de ambos esposos, y este acto libre de la voluntad, por el cual una y otra parte entrega y acepta el derecho propio del matrimonio, es tan necesario para la constitución del verdadero matrimonio, que ninguna potestad humana lo puede suplir. Es cierto que esta libertad no da más atribuciones a los cónyuges que la de determinarse o no a contraer matrimonio y a contraerlo precisamente con tal o cual persona, pero está totalmente fuera de los límites de la libertad del hombre la naturaleza del matrimonio, de tal suerte que si alguien ha contraído ya matrimonio se halla sujeto a sus leyes y propiedades esenciales (…)”.

- “No es ya de un modo solapado ni en la oscuridad, sino que también en público, depuesto todo sentimiento de pudor, lo mismo de viva voz que por escrito, ya en la escena con representaciones de todo género, ya por medio de novelas, de cuentos amatorios y comedias, del cinematógrafo, de discursos radiados, en fin, por todos los inventos de la ciencia moderna, se conculca y se pone en ridículo la santidad del matrimonio, mientras los divorcios, los adulterios y los vicios más torpes son ensalzados o al menos presentados bajo tales colores que parece se les quiere presentar como libres de toda culpa y de toda infamia (….)”.

- “(…) algunos han llegado a inventar nuevos modos de unión, acomodados —así dicen ellos— a las actuales circunstancias de los tiempos y de los hombres, y que consideran como otras tantas especies de matrimonio: el matrimonio por cierto tiempo, el matrimonio de prueba, el matrimonio amistoso, que se atribuye la plena libertad y todos los derechos que corresponden al matrimonio, pero suprimiendo el vínculo indisoluble y excluyendo la prole, a no ser que las partes acuerden más tarde el transformar la unión y costumbre de vida en matrimonio y jurídicamente perfecto. Más aún: hay quienes insisten y abogan por que semejantes monstruosidades sean cohonestadas incluso por las leyes o al menos hallen descargo en los públicos usos e instituciones de los pueblos, y ni siquiera paran mientes en que tales cosas nada tienen, en verdad, de aquella moderna cultura de la cual tanto se jactan, sino que son nefandas corruptelas que harían volver, sin duda, aun a los pueblos civilizados, a los bárbaros usos de ciertos salvajes”.

- “Y, porque con frecuencia el cumplimiento perfecto de los mandamientos de Dios y la honestidad del matrimonio se ven expuestos a grandes dificultades, cuando los cónyuges sufran con las angustias de la vida familiar y la escasez de bienes temporales, será necesario atender a remediarles, en estas necesidades, del modo que mejor sea posible. Para lo cual hay que trabajar, en primer término, con todo empeño, a fin de que la sociedad civil, como sabiamente dispuso Nuestro predecesor León XIII, establezca un régimen económico y social en el que los padres de familia puedan ganar y procurarse lo necesario para alimentarse a sí mismos, a la esposa y a los hijos, según las diversas condiciones sociales y locales, “pues el que trabaja merece su recompensa”. Negar ésta o disminuirla más de lo debido es gran injusticia y, según las Sagradas Escrituras, un grandísimo pecado; como tampoco es lícito establecer salarios tan mezquinos que, atendidas las circunstancias y los tiempos, no sean suficientes para alimentar a la familia”.

Coincidente con lo anterior, también revela su preocupación por el laicado la canonización, el 19 de mayo de 1935, de Santo Tomás Moro, político e intelectual inglés que murió mártir en Inglaterra defendiendo la indisolubilidad del matrimonio. Moro, en 1529, se convirtió en el primer laico en ocupar el cargo de canciller del reino de Inglaterra. Su figura seria resaltada luego, el 31 de octubre de 2000, San Juan Pablo II, al declararlo como patrono de los políticos y los gobernantes, para destacar que el político católico debe servir, “no al poder, sino al supremo ideal de la justicia” y que el gobierno es, “antes que nada, ejercicio de virtudes”.

Pío XI suscribió varios concordatos. Dentro de ellos, el que firmó con Mussolini permitió que surgiera el Estado Vaticano como un sujeto de derecho internacional, hecho que ha permitido a la Iglesia Católica defender, en distintos foros, su visión jurídica en temas de Derechos Humanos, conferencias sobre población, cambio climático, etc.  

También es importante recordar la Encíclica Mit Brennender Sorge, “Con Viva preocupación”. Este es el primer documento de este tipo que no ha sido escrito en latín, si no en la lengua del pueblo al que iba dirigido, el alemán. Fue promulgada el 14 de marzo de 1937. En ella se enfrenta la perversa doctrina del nacionalsocialismo. La lectura de este documento el domingo de Pascua de ese año produjo detenciones, arrestos, cierres de imprentas, clausura de colegios. Esta Encíclica no deja ninguna duda sobre la posición de la Iglesia acerca del régimen del III Reich, a la vez que orienta a los fieles alemanes sobre los criterios del Evangelio, para comportarse en la dura situación que estaban viviendo.

La figura de este Papa obliga a examinar nuestra conciencia sobre los siguientes puntos: ¿Soy un laico que conoce el Magisterio? ¿Vivo el matrimonio como un cristiano coherente? ¿Consiento en formas de familia que son contrarias a lo que enseña la Iglesia Católica?

Crodegango.






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