"Unidos en Cristo para Evangelizar"
16 de Septiembre de 2021
La diversión de los adolescentes y jóvenes
 


Muchos jóvenes sienten un verdadero “llamado de la selva” y se lanzan a diversiones frenéticas.

Un tema de actualidad, que preocupa mucho a padres y a la sociedad en general, es la forma como se entretienen nuestros jóvenes. No hay duda que la diversión es algo necesario y debe preocuparnos que se haga de manera sana para el cuerpo y el alma.

No se puede ocultar que los fines de semana, en muchos hogares son de una tensión máxima. Muchos jóvenes sienten un verdadero “llamado de la selva” y se lanzan a diversiones frenéticas. El consumo de alcohol y drogas, en muchos casos, forma parte del “carrete” como si fuera una exigencia inevitable.

El tema es tan serio que el organismo estatal encargado del tema, el SENDA, ha debido diseñar la Estrategia Nacional de Drogas 2021-2030. A través de este plan se busca “generar un cambio cultural en el uso de sustancias y disminuir la prevalencia de consumo de drogas tanto en población escolar como general”; dentro de los instrumentos que considera está el Plan Nacional “Elige Vivir Sin Drogas”.

No es exagerado, pero este desenfreno es una pandemia que nos venía azotando antes del Covid19. De hecho, en muchas familias el “toque de queda” fue una tregua muy valorada durante estos meses, que permitió atenuar el problema de la diversión insana, pero que pronto volverá a instalarse con fuerza nuevamente.

Frente a este panorama los católicos estamos llamados a colaborar, como lo venimos haciendo desde hace siglos en todo aquello que atañe al bien común. Huelga decirlo, pero no somos indiferentes al daño que sufre el cuerpo por dentro y por fuera.

¿Cómo podemos ayudar a luchar contra este flagelo que maltrata a nuestros jóvenes? ¿Cómo contribuir a revertir esta situación cultural que está a la vista?

Conviene recordar a nuestros jóvenes algunos puntos básicos, para que puedan reflexionar y hacer buenas elecciones.

Primero. Hemos sido creados libres. La verdadera libertad se encuentra en el trato permanente con Cristo, que siempre nos está esperando, aunque pensemos que hemos tocado fondo o que no tenemos remedio. El plan más eficaz contra todas las esclavitudes ha sido siempre “Elige Vivir en Cristo”.

Los primeros indicios de falta de libertad provienen de las siguientes justificaciones que se oyen habitualmente: “a mí no me va a pasar esto”; “yo no soy adicto”. “¿porque exageran con esto?; ¿No tengo derecho a divertirme con mis amigos”?

Una triste consecuencia de la aniquilación de la libertad se da en aquellos jóvenes que no recuerdan que hicieron bajo el efecto del alcohol y las drogas. Demás está decir que parte de los descontroles juveniles se relacionan con la anulación de la libertad, los que en muchos casos pueden llegar a agresiones físicas e incluso a las de tipo sexual, con las nefastas consecuencias que ello tiene.

Segundo. Si con el alcohol o la droga se busca evadir el dolor, conviene “andar en verdad” y enfrentar que nuestra vida contempla siempre la existencia de obstáculos. Una existencia sin una cruz es simplemente una falsedad.

Tercero. El mal existe en el mundo y que hay personas sin escrúpulos que los quieren esclavizar a través de las drogas y el alcohol. Para esto es preciso reconocer que pueden existir “malas juntas”, que por diversas razones se empeñan en favorecer conductas equivocadas, las que conviene extirpar de raíz, como si fueran un tumor cancerígeno.

Cuarto. Debemos huir siempre de todo lo autodestructivo. Los datos científicos son abrumadores en torno al daño que causan estas sustancias. Las drogas modifican la estructura del cerebro y su funcionamiento se ve severamente afectado: Los cambios pueden llegar a ser de larga duración. El alcohol, por su parte, puede inducir a una depresión. Un alto porcentaje de los suicidios se relacionan con el alcohol y las drogas. El consumo a largo plazo produce daño orgánico del cerebro, es decir, la destrucción irreversible de las estructuras cerebrales y pérdida de facultades mentales.

La destrucción no es sólo fisiológica e individual, también alcanza al entorno del consumidor. Las conductas de este tipo terminan por convertir a los hogares en un verdadero infierno, donde no está ausente la violencia intrafamiliar. No son pocos los matrimonios que han entrado en profunda crisis por el mal comportamiento de los hijos, acusándose recíprocamente de la permisividad y las faltas de reglas que se fijan para la diversión de los hijos.       

Quinto. Tenemos que vivir de manera radical la humildad y dejarnos ayudar por aquellos que pueden sanar mi cuerpo y mi alma. El primer acto de humildad en esta materia es reconocer que, gradualmente, puse en el riesgo mi libertad y que me conviene obedecer a los que me quieren ayudar. Como lo decía sabiamente San Benito “el primer grado de humildad es la obediencia sin demora”. En este punto conviene que nuestros jóvenes hagan un profundo examen de conciencia y reconozcan que, en el fondo, han llegado a un estilo de vida regido por un profundo egoísmo, que los priva de toda empatía con su núcleo familiar.

Los que estamos a lado de jóvenes tenemos que facilitar su retorno a una vida sana, acogiéndolos con caridad. No sacamos nada con amonestar ni culpar. Siempre es mejor amar, como Cristo lo haría. Tenemos que pedir con mucha fe que Dios nos regale la virtud de la fortaleza, que es aquella que asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien. A través de ella se nos da la gracia para superar los obstáculos en la vida moral y nos capacita para ir hasta la renuncia y el sacrificio de la propia vida por defender una causa justa (CIC). De igual forma, tenemos que actuar con mucha paciencia y pedir que en el plano humano tengamos la capacidad de soportar a estos jóvenes en problemas, sin alterarnos. Sólo viviendo nuestra fe de esta forma estaremos en condiciones de sacar adelante esta tarea que, en muchos casos, puede llegar a ser muy pesada. Por cierto, si ese necesaria la ayuda e intervención de profesionales, no podemos dilatar dar este paso.

Los padres no tenemos que desesperarnos y es mejor concebir a nuestros hogares como un hospital y no como un juzgado.

Pidamos a Nuestra Madre del Cielo que nos ayude a ser instrumentos para que nuestros jóvenes puedan “Elegir Vivir En Cristo”, que es donde está la auténtica felicidad.

Crodegango.






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