"Unidos en Cristo para Evangelizar"
09 de Marzo de 2022
Cuaresma y conversión
 


Es un rasgo distintivo del tiempo de Cuaresma, la invitación que nos hace la Iglesia a la conversión.

La conversión en su sentido religioso es un fenómeno complejo, que en el caso de cristianos supone un encuentro personal con Jesucristo. 

La conversión cristiana se inscribe en el contexto del plan salvador de Dios en la historia, y la respuesta de fe del hombre que es llamado a la conversión. Dios siempre nos está llamando a ser aquello para lo que fuimos creados. 

El Bautismo es nuestro primer nacimiento en la vida espiritual, pero a partir de allí estamos llamados a muchas conversiones. La conversión personal es nuestro gran desafío durante toda nuestra vida, hasta lograr la santidad. Lo que importa en cada conversión es la docilidad a la gracia de Dios. 

La conversión al cristianismo supone un cambio profundo sobre el sentido de la vida. Son elocuentes las palabras de san Pablo, sobre lo que significa este cambio al señalar: “Mientras los judíos piden milagros y los griegos van en busca de sabiduría, nosotros, en cambio, predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos, pero fuerza y sabiduría de Dios para los que han sido llamados, tanto judíos como griegos. Porque la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fortaleza de los hombres. (1 Co. 1, 22-25)”.

La conversión es un acto de profunda humildad, que nos hace “andar en verdad”. 

Puede ayudar a nuestra conversión responder interiormente las siguientes interrogantes colectivas e individuales: 

¿Cuántos que se cuentan formalmente como católicos, son realmente practicantes?

¿Cuántos que se dicen católicos no son más que “paganos bautizados”, es decir, personas que fueron bautizadas, pero que no creen y que nunca han conocido la fe?

¿Cuántas personas que se dicen católicos no entienden lo que son los sacramentos, como medio que ha previsto Dios para transmitir su gracia salvadora?

¿Cuántos católicos asumen hoy una actitud negacionista, sin advertir los peligros que trae rechazar la gracia que Dios?

¿Cuántos católicos están convencidos de que la fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que Él nos ha dicho y revelado, y que la Santa Iglesia nos propone, porque Él es la verdad misma?

¿Cuántos católicos confunden la Iglesia con otras realidades, como los partidos políticos u otras asociaciones, de las que efectivamente se puede prescindir en esta vida?

¿Cuántos católicos han optado por vivir al margen de la Iglesia, sin advertir que los sacramentos que son imprescindibles para poder cumplir el destino de todo hombre, que es llegar a ver el rostro de Dios?

¿Cuántos católicos con responsabilidades políticas ha votado o tomado decisiones sin la coherencia que reclama la fe?

¿Cuántos católicos no advierten que la esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la Vida Eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo?

¿Cuántos católicos tienen puestas su esperanza en cosas terrenas, abandonando el objetivo de llegar a vivir con Dios en el cielo?

¿Cuántos católicos han confundido la esperanza con aspiraciones materiales, que, siendo legítimas, no son las que permiten llegar al cielo?

¿Cuántos católicos desprecian, deliberadamente, la moral que animada por la caridad da al cristiano la libertad espiritual de los hijos de Dios?

¿Cuántos católicos estamos predispuestos a seguir al Señor con humildad, docilidad y obediencia?

¿Cuántos católicos asumimos con actitud quejumbrosa lo que la Iglesia nos pide para ser cristianos coherentes?

¿Cuántos católicos asumimos pasivamente y con indiferencia que se explote a los demás o se abuse de sus derechos más elementales?

¿Cuántos católicos solo viven para el dinero, para la vanidad, para el poder y el placer?

¿Cuántos católicos se dejan corromper en los negocios y en la política, sin considerar el mal ejemplo que dan al resto y que desestabilizan las instituciones?

¿Cuántos católicos hemos ocultado los pecados de nuestros sacerdotes o hemos tratado de justificar lo injustificable?

¿Cuántos católicos se dejan llevar por la codicia y no cumplen sus obligaciones legales, especialmente las tributarias, inventando entramados escandalosos que perjudican a todos?

¿Cuántos católicos trabajan mal cumpliendo sus obligaciones y no son ejemplares en sus deberes?

Pidamos al Espíritu Santo que nos ayude en esta Cuaresma a buscar nuestra conversión, que supone siempre amar la Cruz de Jesucristo.

Crodegango

 






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